martes, 4 de noviembre de 2014

La democracia en tiempos convulsos: de perfeccionistas, utópicos y demagogos

La democracia en tiempos convulsos: de perfeccionistas, utópicos y demagogos

En la anterior entrada, me referí a lo que Sartori ha dado en denominar la "época de la ofuscación democrática", que en palabras del autor consiste en "una escalada sin precedentes en la distorsión terminológica e ideológica" del concepto democracia cuyo resultado final es la ofuscación". El profesor sostiene que "hasta la década de los cuarenta la gente sabía lo que era la democracia (...); desde entonces todos decimos que queremos la democracia, pero ya no sabemos (entendemos o estamos de acuerdo en) lo que es".

Una de las trampas o de los errores que contribuye a explicar la ofuscación es el "perfeccionismo", que para el italiano es el modo equivocado de entender y emplear los ideales. Como asegura Dahl, la democracia es al mismo tiempo un ideal y una realidad, de forma que la democracia es un sistema que no puede desligarse de aquello que debería ser. Pero una cosa es esto y otra muy distinta confundir el ideal democrático con la realidad democrática, el deber ser con el es.

Como explica Sartori, la función del ideal es equilibrar la realidad, mejorarla, pero no sustituirla. El ideal es una referencia, una guía que conviene tener presente para mejorar la democracia. Pero el ideal no puede ser realizado; al menos, no enteramente, no del todo. 

Realidad e ideal, por tanto, se mueven en distintos planos y el error que comete el perfeccionista es situarlos en el mismo, acercarlos hasta confundirlos. El perfeccionismo eleva hasta el infinito el listón de la exigencia democrática con un discurso entre utópico y demagogo que, en opinión del profesor, constituye una seria amenaza para la propia democracia. Porque mientras un ideal bien entendido contribuye a mejorar la realidad, un ideal mal entendido -un ideal que quiere hacerse realidad- acaba por convertirse en enemigo de la democracia existente, de la democracia posible, a la que quiere sustituir, a la que quiere reemplazar. Y, así, se corre el riesgo de sustituir lo que tenemos por algo imposible, por algo inexistente. En suma, por algo peor.

Desde esta posición, el autor sostiene que la crítica que desde el perfeccionismo se hace a los sistemas democráticos es una crítica inmerecida e insiste en la importancia de establecer la relación correcta entre el deber ser y el es, porque "todos más o menos sabemos cómo y cuál debería ser la democracia ideal; mas muy poco se sabe acerca de las condiciones de la democracia posible".

Por lo tanto, no toda crítica es válida. Sartori dirá que criticarlo todo es fácil, pero la crítica que se pretende seria debe preguntarse siempre para qué sirve, cuál es su fin, si existe alternativa a lo que se crítica o si es mejor la propuesta que lo existente.

Traigo a colación esta reflexión, porque creo que los sistemas democráticos contemporáneos pueden ser criticados por numerosas razones (corrupción, abuso de poder, debilitamiento de fronteras entre partidos e instituciones, ineficacia...), pero también que algunas de las críticas más furibundas que se lanzan contra los sistemas democráticos confunden ideal y realidad. Cuando se critica, por ejemplo, la democracia representativa o algunos aspectos del funcionamiento de los partidos no pocas veces se hace subiendo el listón de la exigencia hasta lo inalcanzable; criticando la democracia existente en aras de una democracia mejor, pero imposible, inexistente, irreal. Criticamos, pero lo hacemos sin preguntarnos -como apunta el profesor- cuál es el fin de la crítica o si existe una alternativa mejor a lo que se crítica.

Estamos en tiempos en los que lo cool es criticar a los sistemas democráticos. Pero conviene tener presente, incluso en estos tiempos, que no toda crítica debe ser tenida por buena. Como aclara el autor "no pido menos crítica. Pido más crítica, hecha mejor. Y pido que alguien se ocupe, más aún, de la conversión de la teoría en práctica. Todos proponen ideales que quedan en el aire; casi nadie nos explica cómo aplicarlos". Ese es, a mi juicio, el verdadero reto.


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