martes, 28 de julio de 2015

Podemos, nada nuevo bajo el sol

Podemos nació con un claro objetivo: aprovechar una coyuntura excepcional para alcanzar el poder en el menor tiempo posible. Sus estrategas entendieron que para tener opciones de llegar al objetivo era fundamental que la ciudadanía percibiese al partido morado como algo nuevo y radicalmente diferente a lo existente, al tiempo que atraerse a buena parte de la cantidad de indignados y desencantados. Y debían conseguirlo en un tiempo récord, antes de que el escenario de crisis y desafección se normalizara. 

Condicionados por estas variables, Iglesias y los suyos entendieron que debían construir un discurso populista y demagogo y elevar el listón de las propuestas hasta lo inalcanzable. Al tiempo, comenzaron a hablar de casta o régimen del 78 para afear a los partidos tradicionales. Pero es Podemos un proyecto novedoso? Es realmente un partido diferente? Podrá estar a la altura de las expectativas generadas y del discurso original?

Con la estrategia primera, Podemos ha obtenido representación en el Parlamento Europeo, en ayuntamientos señalados y en parlamentos autonómicos, ocupa una posición franca en todos los sondeos y ha sido capaz de atraerse a buena parte de los indignados. Lo que no es poco. Pero también ha conseguido que el electorado lo perciba como un partido radical.

Por esta razón el equipo de Iglesias, sabedor de que un partido percibido por el electorado como radical tiene muy pocas opciones de pelear por el poder y que algunas de las promesas iniciales son inviables, activó la segunda fase del experimento: comenzó a matizar el discurso y las propuestas, a apelar a la centralidad del proyecto, a argumentar que la diferenciación izquierda-derecha no tiene vigencia, a rehuir ciertos debates, como el de monarquía-república argumentando que no es un asunto que se encuentre entre las prioridades de la mayoría, a retrasar la edad de jubilación inicialmente prometida para fijarla finalmente en los 65 años o a recurrir al apoyo de personas de reconocido prestigio (Jiménez Villarejo, Vicenc Navarro, Juan Torres...). Es decir, nada nuevo bajo el sol. Llegado un determinado momento, el núcleo duro ha emprendido un camino hacia la moderación. Un camino que no tiene retorno pero que transitan con ambigüedad calculada para no ahuyentar a unas bases más radicales que el aparato de la formación. 

En la parcela orgánica sucede algo parecido. Lejos del discurso inicial, lejos de las apariencias, el equipo de Iglesias siempre ha tenido claro que una organización política necesita contar con una dirección fuerte, que controle el conjunto de la organización y, en especial, las candidaturas orgánicas e institucionales, y garantice, de esta forma, la estabilidad que toda formación necesita para resultar competitiva electoralmente. A día de hoy, Podemos, un partido formado en tiempo récord y con una base heterogénea, dista de ser este tipo de partido. De hecho, el ruido interno ha acompañado al partido desde su fundación, como quedó de manifiesto con ocasión de las elecciones municipales (cuando en algunos municipios, un sector de la militancia decidió presentarse a los comicios, en contra de la voluntad y de las directrices de la dirección), con motivo del procedimiento establecido para elegir las candidaturas a las próximas elecciones generales (500 cargos firmaron un manifiesto en contra de las normas aprobadas por la dirección) o cuando 22 cargos suscribieron el manifiesto Abriendo Podemos.

Mas es innegable que Iglesias lleva tiempo dando pasos decididos para garantizarse el control absoluto de la organización (resultó elegido secretario general con el 88,6% de los apoyos y candidato a las próximas generales con el 94% de los votos). Tampoco aquí hay nada nuevo bajo el sol, porque Iglesias y su círculo más estrecho saben que el funcionamiento de los actuales partidos (ya los llamemos partidos atrápalo todo, cártel, electoral-profesional...), aunque insatisfactorio en ciertos extremos, es el mejor que se ha ensayado nunca en España y en cualquier otra democracia avanzada. 

Quiero con esto decir que Podemos no representa nada nuevo en sí mismo. Es cierto, que el partido de Iglesias, como Ciudadanos, el 15-M, las mareas y otros movimientos de raíz popular, han contribuido a que el sistema de partidos en España avance en la buena dirección. Pero, en sí mismo, no trae nada nuevo. Ninguna diferencia sustancial. Desde un punto de vista programático, el equipo de Iglesias ha iniciado un camino hacia la moderacion del que se apartará cada vez que sea necesario por mero tacticismo. Pero siendo muy consciente de que en las sociedades actuales -avanzadas, complejas y organizadas- existen reglas que hay que respetar y que todos los actores, incluidos los políticos y gubernamentales, tienen límites en su capacidad de actuación. El caso de Grecia está muy reciente como para olvidarlo. 

Por otro lado, en cuanto organización, más allá de los cantos de sirena, se aproximará de manera progresiva a los partidos existentes porque, como digo, en las democracias avanzadas no se ha ensayado un modelo que garantice mejor a los partidos la estabilidad necesaria para cumplir con normalidad las importantes funciones que tienen atribuidas por la Constitución o las leyes. 

Por tanto, ni programáticamente ni en cuanto organización, debemos esperar nada nuevo del partido morado. Podemos se encuentra en una encrucijada: atrapado entre lo que dijeron que eran y lo que realmente son. Más o menos esto es lo que han denunciado los firmantes del manifiesto Abriendo Podemos. 

Por estas razones, sostengo que Podemos tan sólo representa un "quítame tú para ponerme yo". Algo que puede ser legítimo, pero que debemos tener meridianamente claro si no queremos llamarnos a engaño y que la desafección siga en aumento. 

En la política española, sin duda, hay cosas que cambiar y otras que mejorar. Probablemente muchas e importantes. Y es posible hacerlo. Pero la demagogia y el populismo nunca serán la solución.


lunes, 15 de junio de 2015

24-M, algo se mueve

El resultado de las elecciones municipales se ha concretado el pasado día 13 de junio con la constitución de los ayuntamientos. Después de los arreglos que han sido necesarios en muchos casos para favorecer la gobernabilidad, es ahora, una vez constituidos los ayuntamientos, cuando se puede hacer con mayor rigor una lectura de los resultados.

Las elecciones municipales y autonómicas del 24-M han puesto fin a las mayorías absolutas. Pero eso es una cosa y otra proclamar el fin del bipartidismo, como tanto se ha vaticinado en los últimos meses. PP y PSOE han sumado el 53% de los sufragios; 13 puntos menos que en 2011. Pero gobiernan la inmensa mayoría de Comunidades y Ayuntamientos. Es lógico que PP y PSOE hayan recibido castigo por la gestión que han hecho de la crisis económica y por los escándalos de corrupción. Pero siguen siendo partidos de gobierno y todo indica que van a seguir siendo las opciones preferidas por los electores. A partir de ahora, el tiempo corre en contra de Podemos y Ciudadanos que tienen en las próximas elecciones generales su particular prueba del algodón; se trata de partidos que han querido jugar un papel muy claro en el sistema político español: nacieron en una coyuntura concreta ante problemas muy determinados y si el electorado no los identifica como la solución a esos problemas concretos perderán progresivamente su razón de ser. La experiencia demuestra que no es fácil para una nueva fuerza consolidarse en el sistema de partidos de nuestro país. De ahí que si tras las generales Podemos y Ciudadanos no quedan posicionados de manera estratégica, es muy probable que progresivamente vayan perdiendo fuerza hasta quedar reducidos a opciones minoritarias, entre otras cosas porque parece lógico que paulatinamente el electorado se reconcilie con los partidos tradicionales a los que ha castigado en las últimas convocatorias electorales. Dicho esto, es de justicia reconocer lo que tanto Podemos como Ciudadanos han aportado hasta ahora al sistema político. 

Desde un punto de vista ideológico, las elecciones del 24-M han supuesto un claro giro a la izquierda. El mapa de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos ha cambiado de manera sustancial, lo que debilita al PP de cara a las próximas elecciones, porque las urnas han supuesto un claro rechazo a las políticas y a las formas del partido de Mariano Rajoy.
 
 El PP fue el partido más votado en las elecciones municipales con el 27% de los votos. Pero es, sin ninguna duda, el gran perdedor de las elecciones del 24-M porque se ha dejado en el camino más de 10 puntos (cerca de 2,5 millones de votos) y sobre todo mucho poder institucional (Comunidades como Castilla la Mancha, Valencia, Extremadura o Aragón y Ayuntamientos como los de Madrid, Valencia o Sevilla). El PP llega a las elecciones generales como un partido derrotado y con un líder (si atendemos a las declaraciones de Mariano Rajoy sobre posibles cambios en el Gobierno y en el partido y sobre posibles cambios en las políticas) que no ha captado el mensaje de las urnas. El PP lo apostará todo al crecimiento económico, pero el electorado puede castigar duramente a un partido debilitado y que no atiende el mensaje de los votos. Sin duda, va a acusar la pérdida de alcaldes y presidentes autonómicos, principales referentes del PP en el territorio en los últimos años.

El PSOE ha quedado a 2 puntos del PP y ha perdido más de 2,5 puntos respecto al resultado obtenido en las municipales de 2011 (600.000 votos). Pero ha recuperado poder en Comunidades y Ayuntamientos (Castilla la Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana, Aragón o Ayuntamientos como Sevilla, Córdoba, Huelva, Valladolid u Oviedo). Sin tiempo para el descanso, llegan las generales; el PSOE debe convertir todo ese poder institucional que ha recuperado en aire fresco que le permita aparecer ante el electorado como un partido al alza, triunfador y como el único que puede garantizar el cambio y poner fin a políticas que tanto sufrimiento y desigualdad han traído. Al tiempo, haría bien en no perder de vista la estrategia que Podemos quiere implementar en los próximos meses para armar candidaturas de unidad popular de cara a las generales. Porque no olvidemos que unas elecciones son una competencia entre partidos y el PSOE necesita seguir creciendo de cara a las generales.

El resultado de Ciudadanos en las autonómicas y municipales no puede calificarse como bueno. El mejor indicador lo constituyen los resultados de las elecciones autonómicas, que deja al partido naranja muy por debajo de la proyección apuntada en los últimos sondeos. Pero este discreto resultado obtenido el 24-M ha quedado parcialmente maquillado por su capacidad para decididir gobiernos y favorecer la gobernabilidad en lugares estratégicos, como Andalucía y la Comunidad de Madrid, la primera a favor del PSOE y la segunda, del PP. En favor de Ciudadanos hay que decir que la moderación y centralidad que ha buscado en todo momento lo convierte de cara a las generales en un socio con menos aristas que Podemos, circunstancia que no ha pasado desapercibida para Pablo Iglesias que de repente ha cambiado su discurso en relación al PSOE. En torno a Ciudadanos se abren varios interrogantes. El primero comprobar si el liderazgo de Rivera para las generales será capaz de retener el electorado que ha ido obteniendo en las últimas convocatorias o, si por contra, después de varios castigos, ese electorado opta por volver al PP. Otros desafíos pasan por desarrollar la estructura organizativa en todo el territorio con cuadros adecuados (objetivo decisivo para crecer electoralmente) y mantener el aura de fuerza política nueva y regeneradora una vez que han accedido a las instituciones.

Los resultados obtenidos por Podemos distan de los objetivos que han venido expresando sus líderes en los últimos meses. Podemos irrumpió con el objetivo de acabar con el bipartidismo y convertirse en el primer partido del país. De cara a las elecciones del 24-M aspiraba a gobernar Comunidades y Ayuntamientos estratégicos, pero lo cierto es que ha cosechado mejores resultados allí dónde ha concurrido con candidaturas de unidad popular que dónde lo ha hecho con su propia marca. Esto es lo que han venido a reconocer los firmantes del manifiesto Abriendo Podemos, en el que se dice que tras las elecciones autonómicas y municipales, Podemos "ya no es el único instrumento de cambio". Es decir, la marca Podemos no entusiasma y está lejos de alcanzar su objetivo político inicial. No obstante, el partido de Iglesias sigue teniendo las elecciones generales como su gran cita y trabajará en los próximos meses por confeccionar candidaturas de unidad popular que le garanticen más posibilidades de éxito. La experiencia de gobierno en el Ayuntamiento de Madrid también puede contribuir a esta empresa, aunque la gestión del caso Guillermo Zapata no parece el mejor comienzo. Lo cierto es que la hora de la verdad ha llegado para el partido de Pablo Iglesias. Porque si en las elecciones generales no alcanza un resultado que lo posicione como partido estratégico probablemente haya empezado a escribir su testamento político. Al igual que Ciudadanos, el partido morado tiene ante sí los retos de mantener el aura de fuerza nueva y limpia y de desarrollar la estructura de la organización en el territorio; si bien, esto último se antoja algo más complicado en el caso de Podemos debido al modelo de partido que ha ido configurando y a las no pocas voces críticas que se han ido levantando tanto en la dirección nacional como en provincias en los últimos tiempos.


IU ha perdido casi dos puntos porcentuales respecto a las municipales de 2011 (más de 400.000 votos). Pero sobre todo, sigue afectada por el fenómeno Podemos. A la coalición le está faltando templanza para capear la actual coyuntura, y tirarse en los brazos de Podemos puede constituir un error fatal para el partido de Lara y Garzón, que haría mejor en abrir una amplia reflexión con el objetivo de modernizar el discurso, la estructura organizativa y hacerse más atractivo. Cuando el efecto Podemos cese, IU volverá a ocupar su lugar. Pero debe mover ficha y no permanecer de brazos cruzados ni inmolarse. Los izquierdistas parecieran hablar como si estuvieran en posesión de la verdad ideológica, pero IU aún no ha adaptado su discurso, su propuesta programática y su estructura organizativa a los nuevos tiempos. Ahí está su verdadero reto. Diluirse en Podemos puede ser pan para hoy y hambre para mañana.

lunes, 1 de junio de 2015

Tipos de Coronaciones Canónicas



El año 2015 en Huelva está marcado en lo cofrade por la Coronación Canónica de Nuestra Madre y Señora de los Dolores, prevista para el 19 de septiembre. La titular de la Hermandad de la Oración en el Huerto será la cuarta imagen en ser coronada en la Ciudad, tras las de la Cinta (1992), Esperanza (2000) y Victoria (2012).

Este destacado acontecimiento puede ser una buena excusa para acercarnos a las Coronaciones Canónicas, frecuentes de un tiempo a este parte pero, tal vez, poco conocidas.

Bermúdez Requena explica en 'Las Coronaciones Canónicas en Sevilla' (2003, Ed. Marsay) que en atención a la autoridad concedente pueden distinguirse tres tipos de coronaciones canónicas:
Pontificias
Concedidas por el Capítulo de San Pedro
Diocesanas 

Coronación Canónica Concedida por el Capítulo de San Pedro
El autor explica que la regulación de las coronaciones canónicas se ha atribuido históricamente al Capítulo de San Pedro. El origen de esta situación está, según el autor, en la donación que el conde italiano Alejandro Sforza hizo de parte de sus bienes a la Reverenda Fábrica de San Pedro del Vaticano para que fueran enajenados y proceder, con las rentas obtenidas, a "coronar a las imágenes de Virgen más veneradas" en el mundo. Dado que la citada institución recibió un considerable patrimonio para sufragar obras de enaltecimiento de la Virgen, el Papa le atribuyó, en el siglo XVII, el privilegio de otorgar el rango de canónica a la coronación de una imagen de la Virgen. A juicio del autor, la Reverenda Fábrica sigue ostentando esta competencia, porque el Código de Derecho de Canónico no la ha derogado de manera expresa.

En la provincia de Huelva, la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, por ejemplo, fue concedida por el Capítulo de San Pedro mediante rescripto de 8 de septiembre de 1918.

En la ciudad de Sevilla han merecido este tipo de coronación canónica las dolorosas de la Amargura y la Macarena.

Coronación Canónica Pontificia
El Papa es también una autoridad competente para conceder una coronación canónica; se trata, en opinión del autor, de una facultad "indiscutible" que queda "reconocida en el ritual de 1983".

En la ciudad de Huelva, la Coronación de la Virgen de la Cinta tiene rango pontificio. En Sevilla, la única imagen dolorosa que ha recibido este tipo de coronación es la Esperanza de Triana, mediante rescripto expedido el 7 de abril de 1983. 





Coronación Canónica Diocesana
Bermúdez Requena explica que según el Ritual de 1981, el legislador diocesano es también competente para conceder una coronación canónica, y precisa, seguidamente, que por legislador diocesano cabe entender al Obispo, al Abad territorial, al Superior de una orden religiosa y al Ordinario castrense. Con esta decisión, se ha pretendido agilizar la tramitación propia de una coronación. 

A partir de la entrada en vigor del Ritual de 1981, lo habitual es que las coronaciones canónicas sean concedidas por el legislador diocesano, en especial, el Obispo.

En la ciudad de Huelva las imágenes de la Virgen de la Esperanza y la Victoria han recibido este tipo de coronación canónica, rango que tendrá, así mismo, la coronación canónica de Nuestra Madre y Señora de los Dolores.


jueves, 14 de mayo de 2015

Podemos y su fobia a los partidos tradicionales

Desde el momento fundacional, Podemos puso el listón alto: se trataba de provocar un seísmo en el sistema de partidos y convertirse en la primera fuerza política del país. Con ese objetivo, Iglesias y los suyos entendieron fundamental diferenciarse de los partidos tradicionales. Para ello había que romper con el estado de las cosas y presentarse como algo nuevo, distinto, radicalmente alejado de lo existente; algo así como la punta de lanza de un nuevo tiempo político en el que nada de lo anterior mantiene ya su vigencia.

Pero en esta estrategia, muy pronto, con demasiada facilidad, los nuevos políticos cayeron en la falta de consideración hacia los partidos tradicionales y acuñaron expresiones con connotaciones claramente despectivas, como "casta" o "régimen del 78". Los dirigentes de Podemos han hablado hasta ahora como si no existieran ciertas enseñanzas que la historia nos ha dejado; han hablado como si el muro de Berlín aún estuviera en pie, como si la globalización no hubiera cambiado el mundo, como si no existiera la UE y el conglomerado de instituciones que trae aparejada, como si no existieran instituciones internacionales, tipo FMI o Banco Mundial, o como si nunca un partido progresista hubiera llegado al poder en un país del mundo desarrollado. 

En esas estábamos cuando han comenzado a llegar los primeros reveses para el partido morado: los casos Monedero y Errejón, las elecciones andaluzas (que situaron a Podemos lejos de PSOE y PP), la dificultad de controlar el crecimiento del partido en las provincias y de fiscalizar las distintas listas electorales, la dimisión crítica de Monedero y otras discrepancias en algunos territorios, así como el enfriamiento de las expectativas electorales que apuntan los últimos sondeos. 

Estos episodios han hecho que Podemos se tope de bruces con la realidad y descubra que conseguir todo lo positivo que han conseguido los partidos tradicionales no es una empresa sencilla. Los partidos tradicionales hace ya tiempo que se enfrentaron a algunos de los retos que ahora tiene que enfrentar Podemos; algunos los han superado con éxito y otros son cuestiones que la Ciencia Política no ha resuelto aún satisfactoriamente, ni en España ni en ningún otro lugar. 

Sin duda, los partidos tradicionales han cometido errores, no pocos. Errores que hay que corregir con prontitud y determinación. Pero es de justicia reconocer que han aportado estabilidad a nuestro sistema democrático con todo lo que esto significa: son organizaciones que han funcionado razonablemente bien, implantándose en todo el territorio nacional y conviviendo con las tensiones inherentes a todo partido político, y han gobernado razonablemente bien las instituciones del país, aportando estabilidad y contribuyendo al buen funcionamiento de la sociedad.

Es cierto que el cóctel de crisis económica y corrupción ha provocado una enorme grieta en nuestro sistema político y ha puesto en una delicada situación a los partidos tradicionales. Pero nadie puede negar que PSOE y PP son pilares de nuestro sistema democrático y constituyen una garantía. 

Mientras tanto, los dirigentes de Podemos están aprendiendo a marcha forzada que la política es el arte de lo posible y que, de momento, no están en disposición de aspirar a ser "casta". Aún le queda un largo trecho. Y en esa andadura el partido de Iglesias y Errejón va a perder el aura de virginidad que en la primera hora tanto le ha beneficiado. Además, para cuando haya recorrido ese largo trecho, los partidos tradicionales habrán reaccionado y habrán recompuesto su diálogo con la ciudadanía. Creo, en suma, que no soplan buenos vientos para Podemos. Era de esperar. La demagogia nunca es buena consejera. Podemos ha jugado a situar demasiado alto el listón de las expectativas y esto traerá consecuencias.


jueves, 16 de abril de 2015

Andalucía: algunos partidos siguen sin enterarse

Hoy se celebra la sesión constitutiva del Parlamento de Andalucía. Casi un mes después de los comicios del 22-M, tras dos rondas de contactos con los partidos políticos que han obtenido representación en el Parlamento de Andalucía y después de haber dado audiencia a los agentes sociales y económicos de la Comunidad, la investidura de Susana Díaz -la clara vencedora de las elecciones andaluzas- sigue sin reunir los apoyos necesarios para resultar elegida presidenta.

En Andalucía y en el resto del país se ha hablado mucho en los últimos meses de la llegada de un nuevo tiempo político en el que las mayorías absolutas dejarían paso al acuerdo y al pacto. Pero viendo lo que ocurre en Andalucía bien podría afirmarse que nada ha cambiado y que algunos partidos continúan sacrificando el interés general frente al de partido, siguen sin mostrar voluntad de acuerdo y consenso y siguen sin poner en primer término la opinión de la ciudadanía.

En un Parlamento de Andalucía marcado por la ausencia de mayoría absoluta, y en el contexto actual de hartazgo y desafección, la voluntad de diálogo y acuerdo de los partidos políticos debiera de ser inquebrantable. Sin embargo, ante la inminencia de las elecciones municipales del 24-M, las estrategias se están definiendo en clave partidaria, más que de interés general.

Susana Díaz fue la clara vencedora de las elecciones andaluzas. No hay ninguna duda al respecto. Si la líder del PSOE llega a las municipales del 24-M habiendo sido investida presidenta sin resistencia y con las instituciones de gobierno de la Comunidad funcionando con normalidad, pese a no disponer de mayoría absoluta en el Parlamento Andaluz, su talla política crecería aún más. Esto es precisamente lo que PP, Podemos y Ciudadanos intentan evitar a toda costa. De ahí que, con independencia de lo expresado por los andaluces en las urnas, estén retrasando deliberadamente la investidura de Susana Díaz con el único propósito de desgastar la imagen de la líder del PSOE de cara a las próximas municipales para así arañarle un puñado de votos.

Si las elecciones del 22-M no estuvieran a la vuelta de la esquina, muy probablemente el comportamiento de PP, Podemos y Ciudadanos sería distinto. Pero, como digo, ante la inmediatez de las municipales el interés partidario está pesando más que el interés general.

Sea como fuere, llegar a las elecciones municipales -es decir, dos meses después de la celebración de las elecciones andaluzas- sin haber elegido presidenta y sin haber formado gobierno es, a mi juicio, una situación profundamente irresponsable y antidemocrática. Más aún, en el actual contexto de desafección. 

A los andaluces se les formuló una pregunta el 22-M y la respondieron democráticamente con su voto. Los andaluces, por tanto, ya han hablado. Ya han dicho lo que tenían que decir. Ahora es el turno de los partidos, que deben respetar la voluntad 'sagrada' que los andaluces han expresado en las urnas y trasladarla a las instituciones de gobierno de la Comunidad hasta hacer posible su normal funcionamiento. En eso consiste la democracia. No hacerlo es 'secuestrar' la voluntad de la ciudadanía andaluza por un interés partidario. Y esto es profundamente irresponsable y antidemocrático. Más aún, en el actual contexto de hartazgo y desafección.



viernes, 27 de marzo de 2015

A los que hacen posible la Semana Santa

A falta de unas horas para que la primera Cruz de Guía se ponga en la calle y de comienzo la Semana Santa, para muchos onubenses la más especial de cuántas tiene el año, la que emociona en lo más hondo, la que saca a la calle a miles de onubenses durante todos los días, la que Huelva renueva cada año como un rito que atraviesa el tiempo, siento la necesidad de agradecer su dedicación a todas las personas que la hacen posible.

A esos hombres y mujeres que trabajan discretamente durante todo el año en el anonimato de las casahermandad: a los que piensan los altares de cultos y a los que montan esas arquitecturas efímeras, a los que se pasan las Colombinas frente a una plancha o sirviendo cervezas, a los que limpian la orfebrería tras la estación de penitencia, a los que buscan los predicadores para los cultos, a los que preparan las verbenas y las Cruces de Mayo, a los que están pendientes de ataviar las imágenes durante el año, a las juntas de oficiales que se reúnen durante los meses de verano, a los grupos jóvenes que se mueven con la fuerza del entusiasmo, a los componentes de las bandas, a los grupos de acólitos...

La mayoría de las veces el trabajo de estas personas pasa desapercibido y otras, no pocas, es juzgado con severidad. Pero hoy, a escasas horas de que comience la Semana Santa, siento la necesidad de reconocer a las personas, de la primera a la última, que con su trabajo hacen posible el espectáculo único que representa la Semana Santa.

Ha llegado el momento de disfrutar de lo que tanto nos gusta con la mejor disposición posible, buscando los momentos, las emociones, lo sublime...y dejando a un lado ese defecto que a veces nos impide disfrutar plenamente de lo que tanto nos gusta.

La inminente Semana Santa nos va a regalar momentos únicos pero fugaces: una revirá llena de armonía acompañada de una marcha exquisita, el discurrir solemnísimo de una cofradía completamente en silencio, un cortejo dispuesto con el mejor de los criterios, una saeta interpretada con gusto, los olores y sabores propios de la Semana Santa, un altar de cultos monumental, las mañanas únicas de los días santos...

Disfrutemos con toda la plenitud que sea posible de todos y cada uno de estos momentos. Porque muy pronto será Domingo de Resurrección y habrá que esperar un año para que suceda, otra vez, el milagro de la Semana Santa. Buena estación.



martes, 24 de marzo de 2015

Una lectura de las elecciones andaluzas

Las elecciones autonómicas celebradas el domingo en Andalucía dejan como claros y únicos triunfadores al PSOE-Andalucía y a Susana Díaz. El resultado del PSOE es un éxito incuestionable. Mantener el mismo número de escaños en el contexto de crisis económica y desafección, frente a los partidos emergentes y pese al desgaste derivado de ciertos casos de corrupción es un logro épico. El PSOE vuelve a ser el partido mayoritario en Andalucía y demuestra que tiene una organización fuerte y un discurso que agrada a los andaluces.

El 22-M ha vuelto a poner de manifiesto la importancia que tiene el líder en la nueva política. Los resultados del domingo no pueden entenderse sin Susana Díaz: el carisma, la fuerza, el discurso de la presidenta ha resultado decisivo en el triunfo del PSOE-Andalucía. Bien podría decirse que el domingo ganó el partido que contó con el (o la) líder más fuerte y fiable. A la trianera le faltaba pasar el examen de las urnas y el 22-M lo superó con nota. El domingo ganó Susana Díaz: su estrategia de romper el pacto de gobierno con IU y de adelantar un año las elecciones. Su figura se agiganta.

El PSOE-Andalucía ha tenido la habilidad de gobernar en la Junta de Andalucía desde las primeras elecciones autonómicas; es decir, ha tenido la habilidad de renovar su discurso desde el poder. En la actual coyuntura de desafección, de desencanto, se antoja fundamental que el PSOE-Andalucía mantenga esa virtud y sepa ofrecer al electorado lo que está demandando en una coyuntura especialmente compleja.

El PP ha sido el gran derrotado en los comicios. Perder 17 escaños y dejar de ser la fuerza más votada constituye un fracaso sin paliativos, que no hace si no ahondar en el particular Vía Crucis del partido de Rajoy en Andalucía, que dura ya más de tres décadas. El domingo el PP obtuvo el 26,7% de los votos; desde 1990 no bajaba del 30% de los sufragios. No hay excusas. Una vez más, ha quedado probado que el PP no se desenvuelve con solvencia en Andalucía y que su discurso no seduce al electorado del Sur. Las razones de este fracaso son varias: el rechazo a las políticas de recortes y austeridad del gobierno Rajoy, la sensación de que Moreno Bonilla es un líder circunstancial, que no se ha ganado el liderazgo trabajando la tierra andaluza, o la ausencia de un proyecto político atractivo para Andalucía. El PP debe tomarse con más seriedad Andalucía o seguir, como hasta ahora, optando por ser un partido de gobierno en España y de oposición en Andalucía.


Los resultados de Podemos tienen dos caras: si se toman los datos de manera aislada, hay que afirmar que entrar en el Parlamento con 15 escaños es un éxito sin paliativos. Pero si se analizan las pretensiones del partido de Pablo Iglesias, su objetivo de convertirse en la fuerza hegemónica y dar un vuelco al mapa político, hay que concluir que Podemos no ha estado a la altura de las expectativas. El resultado del 22-M puede que haya pinchado el globo de Podemos y que marque un punto de inflexión en la tendencia alcista de esta formación situándola en su lugar exacto. Podemos, como digo, aspira a convertirse en la fuerza hegemónica y a dejar atrás a lo que denominan 'casta', pero los resultados del domingo parecen demostrar que los verdaderos adversarios de Podemos, su liga, son Ciudadanos e IU, más que PSOE y PP. De cara al futuro, hay que considerar que los escaños que ha reunido Podemos proceden de IU y PP, es decir, de un electorado que lo único que tiene en común es la sensación de hartazgo. No será fácil para Podemos seguir aglutinando a un electorado tan heterogéneo. Pero no será este el único reto que deberá enfrentar el partido de Iglesias, que a partir de ahora estará representado en el Parlamento Andaluz y dejará de ser una novedad, la nota simpática a la que se ha mirado con benevolencia. Desde ya, los ciudadanos van a examinar con mayor rigor al partido morado, que deberá abandonar la ambigüedad en la que se ha movido hasta ahora y posicionarse permanentemente en los asuntos y debates que surjan. En especial, tendrá que definir con claridad su propuesta ideológica, casar discurso y praxis, probar que su modelo orgánico es distinto al de los partidos tradicionales y demostrar que es una formación útil, en la que se puede confiar, porque es capaz de dar respuesta a los problemas y demandas de la ciudadanía y a los desafíos que enfrenta la sociedad del siglo XXI. 

Con un discurso y un líder más centrados y realistas que Podemos, Ciudadanos ha obtenido un gran resultado y ha confirmado la espectacular ascensión que los sondeos han adelantado en los últimos meses. Hay que tener presente que en las elecciones europeas de hace un año, Ciudadanos obtuvo en Andalucía el 1,7% de los votos, mientras que el domingo obtuvo el 9,2%, de modo que en un año la progresión ha sido sorprendente. Mientras Podemos no le ha restado un solo escaño al PSOE, el resultado del 22-M parece confirmar a Ciudadanos como un partido que puede hacer daño al PP de Rajoy. Ciudadanos, al igual que Podemos, también ha nadado con comodidad en el mar de la ambigüedad. Por esta razón, el principal desafío para esta formación pasa por definirse ideológicamente, al mismo tiempo, que mantiene la fidelidad de sus votantes. 


IU ha sido el gran damnificado con la aparición de Podemos. Tal vez, la coalición de izquierdas no haya medido bien el riesgo que suponía la irrupción de Podemos, confiando que el daño lo iba a sufrir el PSOE y no ellos. Las primeras interpretaciones que los dirigentes de IU han hecho de los resultados del domingo no me parecen acertadas. Atribuir el castigo electoral a la decisión de entrar en coalición con el PSOE en el gobierno de la Junta de Andalucía me parece una lectura fácil en la que falta mayor dosis de autocrítica. En primer lugar, considero que IU debe tener madurez y temple para afrontar la actual coyuntura, porque está por ver que Podemos haya venido para quedarse. Creo, además, que IU debe reflexionar sobre asuntos que nunca ha cuestionado y que tienen poco menos que como dogmas. Por ejemplo, creo que debe cuestionarse si su modelo orgánico es el más idóneo o si debe girar hacia otro con direcciones más fuertes; debe preguntarse si el electorado progresista entiende la obsesión de esta formación con el PSOE o si su discurso es el más acertado para los retos que enfrenta la sociedad del siglo XXI. El electorado le ha dado la espalda a IU y la coalición está obligada a mover ficha. También está obligada a ello, porque después de décadas, los resultados obtenidos por la coalición pueden calificarse de discretos. No se trata de desdibujar la propuesta que representa IU, pero sí de introducir los cambios necesarios para convertirla en una fuerza más atractiva. No obstante, considero que Podemos va a ir perdiendo fuerza y conforme esto suceda el electorado volverá a mirar a IU. Aún así, el partido de Alberto Garzón debe preguntarse qué papel quiere jugar; sobre todo, después de que Podemos haya demostrado que con muy poco puede poner en crisis a la coalición. 

UPyD parece herido de muerte después del 22-M. Hasta ahora UPyD ha sido el proyecto personalista de Rosa Díez. Pero si quiere tener alguna posibilidad de sobrevivir a la actual coyuntura, se antoja fundamental superar el liderazgo de la política vasca y construir un proyecto con más largo recorrido. De lo contrario, será difícil que el electorado siga confiando en un proyecto esencialmente personalista que no se sabe muy bien qué o a quién representa. 

martes, 3 de marzo de 2015

Las Hermandades y la labor social

En el mundo de las Hermandades, cuando se habla de la labor social, es común invocar el dicho de San Mateo "que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha". Tal vez, esta interpretación sea una de las razones que contribuyan a explicar la polémica que se originó en Sevilla hace casi un año cuando el arzobispo Asenjo declaró que solo el 8% de las hermandades presenta sus cuentas a la Diócesis Hispalense y realiza aportaciones al Fondo de Solidaridad. Algunas Hermandades no tardaron en reaccionar a aquellas palabras e hicieron público, por distintos medios, el detalle de la labor social que desarrollan durante el año. Meses más tarde, un estudio independiente elaborado por el Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme, cifró en 4,5 millones de euros la labor social que realizan las Hermandades de penitencia, gloria y sacramentales de la ciudad de Sevilla.

Lo que sucedió en la ciudad vecina, podría haber sucedido en muchos otros lugares; por supuesto, en Huelva. Si recurro a este ejemplo lo hago solo para argumentar que, a mi juicio, constituye un error que las Hermandades no den la suficiente publicidad a la labor social que realizan. Un cofrade puede conocer al detalle los estrenos de su cofradía el día de salida, pero difícilmente conozca el presupuesto que la misma destina a labor social durante el ejercicio.

Las Hermandades dan cuentan puntual de los estrenos, de los cambios en los martillos, de los contratos musicales, de los cultos y de un sin fin de actividades y acuerdos. Sin embargo, de la labor social que realizan se sabe poco, pese a que cada vez es mayor la atención que se presta a este apartado.

Considero que las Hermandades deben dar ejemplo con su conducta. Y, al igual que efectúan la estación de penitencia para dar testimonio de fe, deberían dar a conocer la labor social que realizan para sensibilizar a los hermanos, a los cristianos y a la sociedad, en general, de la importancia que en el mundo de hoy tienen valores, como la solidaridad.

Dar cuenta de la labor social que se desarrolla es una manera de explicar el por qué de la Semana Santa en el siglo XXI, es una manera de reivindicar que las Hermandades hacen ciudad desde la solidaridad y es, al tiempo, una fuente de legitimidad para la Semana Santa y las Hermandades, porque la solidaridad es un valor que tiene un enorme peso específico en el mundo de hoy.

Creo, por tanto, que las Hermandades, sin ningún complejo, tienen que explicar el detalle de la labor social que llevan a cabo. Y creo, también, que el Obispado, incluso el Consejo, debe velar para que todas las Hermandades cumplan los mínimos que, entre todos, acuerden. Porque la labor social no es una carga, ni una obligación impuesta, sino una obligación ética que nace de la convicción íntima de cada cofrade.

Las Hermandades son asociaciones que contribuyen a hacer Ciudad y que están vivas durante todo el año. La sociedad onubense tiene que saberlo y los cofrades debemos ser los principales interesados en que se sepa.


jueves, 26 de febrero de 2015

La nueva política

No cabe duda de que la política está cambiando desde hace algún tiempo, y los acontecimientos que se suceden en nuestro país en la actualidad se prestan a explicar, como si de un libro se tratase, cómo y en qué dirección está cambiando la política.

Comenzando por la figura del líder, podemos señalar que la nueva hornada de políticos (Pedro Sánchez, Iglesias, Rivera, Garzón o Errejón) tiene algunos elementos en común: se trata de políticos jóvenes, con solvencia mediática y que han llegado a puestos de máxima responsabilidad orgánica o institucional sin apenas experiencia política previa. Lo decisivo, en el caso de los nuevos líderes, no ha sido la trayectoria política o la contrastada solvencia como gestores, sino el atractivo mediático, sin el que no podría entenderse su liderazgo. Pero lo cierto es que en la nueva politica es una valor que cuenta y cada vez más. No entro a valorar si esta circunstancia es positiva o negativa, simplemente intento poner de manifiesto algunos de los rasgos que definen al nuevo político y a la nueva política.

Lo dicho hasta ahora enlaza con otro rasgo de la nueva política: el papel principal que juegan los medios de comunicación. Swanson ha llamado a este fenómeno "la política centrada en los medios" y Sartori nos advierte del poder de la "videocracia". En efecto, el debate político de hoy está más en los medios de comunicación que en las instituciones. Los medios de comunicación ofrecen a los políticos la posibilidad de comunicarse con los ciudadanos diariamente, de lanzar sus mensajes y de mejorar los niveles de conocimiento con relativa facilidad; es decir, sin la necesidad de, por ejemplo, contar con una estructura partidista sólida, estable y consolidada (los casos de Podemos y Ciudadanos son paradigmáticos). Evidentemente, esta posición central concede un nuevo poder a los medios, que pueden condicionar el perfil de los nuevos líderes, los procedimientos de selección de candidatos e incluso el discurso político, porque no puede ser igual el discurso que se ofrece en un Parlamento al que se ofrece en un magazine. 

Otro rasgo que distingue a la nueva política y que enlaza con lo que acabamos de comentar es la menor importancia que desde hace décadas tienen los programas y las propuestas de los distintos partidos. Sostener esta afirmación no resulta complicado desde hace años, pero la ascensión de Podemos o de Ciudadanos, con su calculada ambigüedad ideológica, constituye un ejemplo de libro. Los líderes de Podemos han pasado de apoyar con entusiasmo (en su época de outsiders) el chavismo a afirmar que la distinción entre derecha e izquierda es una estafa o que, a propósito de las inminentes elecciones andaluzas, están abiertos a pactar con cualquier partido político, ya sea de derecha o de izquierda. Ciudadanos también huye de las etiquetas izquierda-derecha y prefiere autodeclararse de centro, siempre más ambiguo, menos concreto, más cómodo. Pese a esta difuminación ideológica, las encuestas (una tras otra) predicen un amplio respaldo para estas dos nuevas fuerzas, lo que viene a probar que hoy día se puede tener éxito electoral con un discurso de perfil ideológico vago. Y no olvidemos que, en democracia, el éxito electoral lo conceden los ciudadanos. 
Este hecho permite afirmar que el elector ha dejado de decidir su voto en función de los criterios políticos clásicos. No estoy diciendo con esto que la diferenciación izquierda-derecha haya desaparecido (porque sigue existiendo y va a seguir existiendo), pero sí parece claro que el voto del ciudadano es hoy volátil, que se decide en función de nuevos criterios y que está muy condicionado por el contexto concreto de cada elección. Ciertamente, el elector ha perdido fidelidad a unas siglas, a una marcada identificación política. Hoy día el voto se decide, también, en función de nuevos criterios, como la confianza que transmite el candidato o la candidata, la eficiencia, las reformas que se proponen...pero, además, el voto está muy condicionado por el contexto de cada elección: contexto de crisis económica, corrupción, terrorismo, desafección...

Otra característica de la nueva política es que el abanico de los actores políticos se ha ampliado. Hoy día, en la arena política no solo juegan los actores políticos clásicos (partidos políticos, gobiernos o administraciones). Cada vez más, juegan con protagonismo actores, como medios de comunicación, sindicatos, organizaciones empresariales, iglesias, ONG's, grupos de presión..que pueden, no solo influir en la agenda política, sino condicionar el posicionamiento de los actores políticos clásicos en un determinado asunto y hasta orientar el sentido del voto o decantar el resultado de unas determinadas elecciones. Aquí habría que mencionar el papel que la ciudadanía organizada está jugando en un contexto de crisis, como el actual. En nuestro país, hemos tenido el ejemplo del 15-M o de las distintas mareas. Pero otros países ofrecen ejemplos, como la primavera árabe o lo sucedido en Islandia a propósito de la crisis económica.

A estas alturas, parece claro que el papel de los partidos está cambiando. Los partidos han perdido protagonismo. Lo han perdido frente al líder, que ha ganado autonomía. El líder tiene hoy día margen para diseñar estrategias, para conformar equipos, para articular mensajes...El líder es un valor más y, en ocasiones, suma más que la propia marca del partido. Pero también ha perdido protagonismo como actor político, porque ahora tiene que competir con más actores. El partido sigue siendo cauce de participación política, pero hoy otros actores también influyen en la conformación del sentido del voto. En especial, ha perdido protagonismo en relación a los medios de comunicación, como demuestran los casos de Podemos o Ciudadanos, que han crecido al albur de sus líderes, sin necesidad de contar con una estructura orgánica, sólida y con fuerte implantación en el territorio.

 

El mundo de hoy es mundo en transición. La política también está en ese proceso de cambio; no sabemos si los perfiles de la nueva política a los que acabo de hacer referencia han llegado para quedarse. Lo que sí parece claro es que para entender la política actual es preciso manejar las nuevas claves.

lunes, 9 de febrero de 2015

El tablero político en España

A escasos meses de importantes citas electorales, el escenario político continúa marcado por la incertidumbre que representa la crisis que afecta a los dos grandes partidos y por la irrupción de nuevas fuerzas que aspiran a romper el bipartidismo que caracteriza al sistema español desde el restablecimiento de la democracia.

¿Qué interpretaciones pueden extraerse de la actual coyuntura? ¿Realmente está amenazado el bipartidismo? ¿Será duradero el fenómeno Podemos?

A mi juicio, el desgaste que afecta a PSOE y PP no puede entenderse sin los efectos que en nuestro país está teniendo la prolongada crisis económica y, en especial, las insoportables cifras de desempleo. Se trata, por lo tanto, de una crisis que tiene una naturaleza coyuntural, aunque agravada por ciertos casos de corrupción que han salido a la luz durante la crisis económica. Si consultamos los estudios del CIS, comprobaremos que el hundimiento en la valoración de PSOE y PP coincide con la gestión de la crisis económica que estos partidos han protagonizado desde el Gobierno. Por esta razón, entre otras, me inclino a pensar que el hundimiento de PSOE y PP en las encuestas será coyuntural e irá remitiendo a medida que la economía vuelva a reactivarse y el desempleo disminuya de manera sustancial. Cuando la situación económica se normalice, es muy probable que PSOE y PP recuperen progresivamente el apoyo ciudadano.




Ni mucho menos quiere esto decir que PSOE y PP tengan tan solo que esperar de brazos cruzados a que la crisis remita para que todo vuelva a ser como antes. La ciudadanía no va a olvidar fácilmente los efectos de la crisis; de modo que ambos partidos tendrán que realizar generosos esfuerzos si quieren que el electorado recupere la confianza en ellos y, aún así, a medio plazo, sobrevolará la incógnita de saber hasta dónde va a llegar la recuperación de ambos. Es decir, si superada la crisis, la valoración de estos dos partidos volverá a los niveles anteriores a 2008 o si estos índices son ya cosas del pasado.

Esta incógnita constituye un desafío mayor para el PSOE, puesto que la competencia que representa el bloque IU-Podemos se muestra más solida que la configurada por el bloque Ciudadanos-UPyD y porque el electorado conservador es más 'benévolo' que el progresista a la hora de 'perdonar'. Pero conviene no menospreciar que el PSOE es para buena parte del electorado protagonista de algunos de los más destacados avances de las últimas décadas y que se trata de un partido que tradicionalmente ha gozado de la simpatía de buena parte del electorado, aspectos que pueden animar la rápida recuperación del PSOE.

Sea como fuere, los dos partidos mayoritarios harían bien en tomar buena nota de lo sucedido y adoptar las medidas oportunas para reducir la brecha que desde hace décadas separa a partidos y ciudadanos, problema  que no es exclusivo de nuestro país, pero que en España se ha manifestado con especial intensidad como consecuencia de la crisis económica y de ciertos casos de corrupción. Entre estas medidas que apunto, considero imprescindibles las orientadas a la rendición de cuentas, a mejorar los niveles de transparencia, a desterrar la corrupción y a mejorar los criterios y procesos de seleccion de líderes.

Como la otra cara de la misma moneda, el amplio respaldo que a día de hoy obtendría Podemos irá, a mi juicio, en descenso a medida que los efectos de la crisis económica vayan desapareciendo y una vez que la realidad se encargue de demostrar que buena parte del discurso original de Podemos no es realizable en el mundo de hoy. Esta afirmación se apoya en ciertos datos que arrojan los sondeos: se trata de una fuerza que la ciudadanía sitúa en el extremo de la izquierda y que nunca votaría buena parte del electorado. Es improbable que un partido con este perfil pueda mantener un elevado apoyo de manera sostenida en el tiempo. Además, hay que considerar que el modelo organizativo del partido morado es contrario a la estabilidad, circunstancia que el electorado ha castigado tradicionalmente, y también que el apoyo a Podemos nace de la indignación; de modo, que a medida que los efectos de la crisis se diluyan, el partido de Pablo Iglesias va a tener muy difícil retener ese apoyo prestado, que volverá progresivamente a PSOE e IU.

La formación de Cayo Lara y Alberto Garzón, con independencia de lo que suceda en el corto plazo, seguirá siendo, a mi juicio, la segunda fuerza en el espectro de la izquierda, porque se trata de un partido con mayor tradición y solidez que Podemos; aunque todo va a depender del temple que tengan los líderes de IU para aguantar el efecto Podemos; episodios como el de Tania Sánchez pueden terminar por fagocitar a IU. 

La integración IU-Podemos, una opción que puede verse como probable, sería a mi juicio negativa para IU, porque daría como resultado una organización altamente inestable y difícilmente gobernable. Por esta razón, entiendo que la mejor opción para IU es sacudirse los complejos que tiene desde la irrupción de Podemos y trabajar para ser competitivo en el actual escenario. Haría bien en preguntarse por qué una fuerza como Podemos puede conseguir con tanta facilidad lo que IU no ha logrado en décadas. Y también si se a dota de un modelo organizativo más estable y se muestra como un partido responsable y fiable. En definitiva, tiene que resolver si su objetivo es ser un partido de oposición o si existe para cotas más ambiciosas.

El caso de UPyD, un partido que nació de un proyecto personalista, no es comparable al de IU, porque el partido magenta es relativamente nuevo en el sistema político español. De hecho, la crisis económica estalló cuando UPyD no estaba aún consolidado, razón por la que considero que la irrupción de Ciudadanos constituye una seria amenaza para la viabilidad del partido de Rosa Díez, que haría bien en valorar la unión con Ciudadanos: un partido nuevo, centrado, que cotiza al alza y con un líder bien valorado. La unión de estos dos partidos dotaría de mayor solidez a sus proyectos políticos y equilibraría el espectro político del centro derecha, en el que el PP compite sin rival.

Ciudadanos, por su parte, está llamado a concretar su propuesta programática. Hasta ahora la ambigüedad le ha servido para crecer en un escenario convulso y marcado por la desafección. Pero cuando el escenario político se normalice, el partido de Albert Rivera tendrá que elegir el lugar exacto del tablero que quiere ocupar: a la izquierda o a la derecha del PP.

El voto nacionalista se encuentra consolidado y probablemente no varíe de manera sustancial en el futuro; aunque una mejora en el modelo de financiación autonómica y en otras reivindicaciones podría contribuir a rebajar la tensión en Cataluña y Pais Vasco y de esta forma frenar un posible ascenso de los partidos nacionalistas.

En resumen, el sistema de partidos, más allá del corto plazo, seguirá estando dominado por PSOE y PP. Y esto será así, a mi juicio, aunque Podemos obtenga unos magníficos resultados en las próximas elecciones generales. Según creo, el caso de Podemos puede compararse al de UCD; los ciudadanos entendieron que el partido de Adolfo Suárez tenía una misión: aprobar la Constitucion, como paso decisivo hacia la consolidación de la democracia. Y una vez que este hito quedó superado, UCD inició su declive. Podemos es una fuerza que nace en una coyuntura muy concreta de hartazgo y desafección. Pero, una vez que esa coyuntura haya desaparecido, muy probablemente el papel que la ciudadanía concede a Podemos cambie. El partido de Iglesias puede compararse con un medicamento que se utiliza mientras dura la enfermedad y deja de ser útil cuando la enfermedad remite.

Pese a la hegemonía que pronostico de PSOE y PP, las mayorías absolutas serán más difíciles de conseguir. Hasta qué momento exacto será así dependerá de que la ciudadanía mantenga o relaje el espíritu crítico una vez que la economía vuelva a la senda del crecimiento y las cifras de desempleo se reduzcan de manera sensible. 


miércoles, 21 de enero de 2015

Lo que pesa la Semana Santa

A finales de octubre, los presidentes de los Consejos de Hermandades de las capitales andaluzas, además de Jerez, mantuvieron en Córdoba un encuentro de trabajo que giró sobre "el impacto de la Semana Santa en las capitales andaluzas y sus fuentes de ingresos". En las conclusiones de aquella reunión, los presidentes de los Consejos afirman, entre otras cosas, que  las Hermandades y la Semana Santa “sostienen a un colectivo muy elevado de talleres artesanos” (bordadores, orfebres, tallistas, carpinteros, doradores, sastres, floristas, cereros…), favorecen el turismo y estimulan el consumo. Además, los presidentes, “con el estudio de algunos datos concretos y dispersos, obtenidos en algunas capitales por diversos entes académicos y profesionales, evalúan el impacto económico de la Semana Santa en Andalucía en los diversos sectores productivos, en mas de 600 millones de euros anuales”.

Me parece un acierto pleno que los presidentes hablen en estos términos de este asunto, porque la Semana Santa tiene una esencia religiosa (que nadie discute), pero tiene también otras dimensiones que forman parte de su ADN.

Esto que digo no constituye novedad alguna. José Bermejo y Carballo, por ejemplo, explica en ‘Glorias Religiosas de Sevilla’ como en 1830, después de 33 años, volvió a procesionar la cofradía del Santo Entierro, merced al empeño del asistente Arjona, atrayendo a la "ciudad un número extraordinario de personas de todas las provincias de España y de reinos extranjeros". Luís Martínez Kleiser, en 'La Semana Santa en Sevilla', publicada en 1925, también refleja la presencia de turistas extranjeros contemplando la estación de algunas cofradías, como las del Gran Poder o la Macarena. Rafael Esteve, en su trabajo, 'Orígenes del aprovechamiento turístico de la Semana Santa Andaluza' habla así:  "Pero no sólo era el mantenimiento de la tradición o el deseo de emular a Roma como tercer polo de atracción de la cristiandad en la Semana de Pasión lo que consiguió que las celebraciones religiosas de la Semana Santa se mantuvieran por encima de los complicados avatares políticos del XIX y en especial de los años del Sexenio Revolucionario. Era, sobre todo, el aprovechamiento del impulso económico generado por la llegada de turistas atraídos por las celebraciones religiosas lo que está en el trasfondo promotor de las procesiones en esos años." Para terminar esta relación de ejemplos, que podría ser cuasi eterna, citaré a Isidoro Moreno, que en su conocidísima obra  'La Semana Santa de Sevilla. Conformación, Mixtificación y Significaciones', hace referencia a un artículo publicado bajo pseudónimo en el número 138 del Boletín de las Cofradías de Sevilla que dice: "el Ayuntamiento empieza a subvencionar a las cofradías, no por su aspecto piadoso, sino como fiesta atractiva de forasteros".


Hace siglos que el análisis está hecho. De ahí que hablar de estos asuntos sin complejos ni prejuicios, como algo natural que nos acompaña desde hace siglos, me parezca un acierto. Primero, porque negar, o silenciar cuando menos, el carácter "complejo y poliédrico" de la Semana Santa es negar la propia naturaleza de esta celebración. Pero, además, porque hablar de lo que la Semana Santa aporta al turismo, al comercio, al empleo...es hacer valer su peso específico con toda amplitud e intensidad, algo que debe ser del máximo interés de los cofrades. 

martes, 13 de enero de 2015

Reflexiones sobre la participación
En los años 60 la demanda de mayor participación ciudadana comenzó a ganar protagonismo en el debate político; desde entonces, ha ido cobrando fuerza a lomos de la desafección hasta el punto de que en momentos complejos, como el actual, la participación es citada con frecuencia como una de las principales recetas contra los vicios que afean los sistemas democráticos. Giovanni Sartori, analizando el fenómeno, sostiene que "la democracia representativa ya no nos satisface, y por ello reclamamos más democracia, lo que quiere decir en concreto, dosis creciente de directismo, de democracia directa". 

Democracia representativa y participación no son incompatibles, al contrario. Como explica Sartori, el filón central de la teoría de la democracia nunca ha negado "la importancia de la participación fuerte"; de hecho, la democracia representativa "incluye la participación y el referéndum", aunque "como elementos subordinados". Pero cuando Sartori habla de la tendencia a reclamar dosis creciente de directismo habla de dar una vuelta de tuerca a la participación como respuesta a los vicios que afean los sistemas democráticos. ¿Pero es el directismo la mejor solución técnica a los vicios que afean los sistemas democráticos? ¿Garantiza un mejor rendimiento democrático?

Como advierte el profesor italiano, el primer problema que tropezamos cuando hablamos de participación es que no sabemos muy bien a qué nos referimos, porque "el participacionista no declara casi nunca su propia definición de participación": no sabemos, por ejemplo, si la participación se limita al nivel local o si se extiende a los niveles estatal y autonómico; no sabemos si se someten a consulta todas las decisiones, muchas, bastantes, algunas o pocas. Las importantes o las accesorias. Las que afectan a todos o también las que afectan a una parte; no sabemos si cada consulta lleva aparejada una campaña electoral o informativa; no sabemos si este modelo incrementa los costes de la democracia...Esta es la primera trampa del participacionista, que defiende la participación pero no concreta el modelo participativo que defiende.

Otro aspecto a considerar es la dificultad de articular la participación en unidades territoriales de mucha extensión y con gran población. Dahl dirá sobre este asunto que "el tamaño importa", porque "tanto el número de personas en una unidad política como la extensión de su territorio tienen consecuencias para la forma de democracia". Tras hacer una referencia a las asambleas de ciudad en poblaciones de Nueva Inglaterra, el autor afirma en primer término, que "las asambleas de ciudad no son exactamente ejemplos de democracia participativa" y, a continuación, que "en siglos recientes, sobre todo en el XX, las limitaciones de las unidades de autogobierno lo suficientemente pequeñas para la democracia de asamblea se han puesto de manifiesto una y otra vez". Por esta razón sostiene que "si nuestro objetivo consiste en establecer un sistema de gobierno democrático que proporcione un máximo de oportunidades para que los ciudadanos participen en las decisiones políticas, la ventaja reside claramente en la democracia de asamblea de un sistema político a pequeña escala. Pero si nuestra meta es establecer un sistema de gobierno democrático que proporcione el margen más amplio para abordar del modo más efectivo los problemas de los ciudadanos, la ventaja residirá entonces a menudo en una unidad tan amplia que será precisó establecer en ella un sistema representativo".

También conviene aclarar que cuando algunos se refieren a la participación toman como referencia el ideal. Pero la práctica democrática es más mundana y plantea problemas que no conviene menospreciar. Así, Bernard Manin nos recuerda que uno de los mayores problemas de los ciudadanos en las grandes democracias "es la desproporción entre los costes de la información política y la influencia que esperan ejercer sobre el resultado electoral", ecuación que desincentiva la participación. Sartori, explica la idea del siguiente modo: en un grupo de cinco, mi acción de tomar parte, de participar, vale o cuenta un quinto, en un grupo de cincuenta, un quincuagésimo y en uno de cien mil, casi nada. Evidentemente un ciudadano en un grupo de cinco encuentra más incentivos para participar que un ciudadano en un grupo de cien mil, que puede dejar de participar por considerar que su opinión no cuenta. Por lo que el autor concluye que "la autenticidad y eficacia de mi participar está en relación inversa al número de participantes". 

La democracia participativa no solo requiere de una ciudadanía activa, también ha de estar informada y tener criterio sobre los asuntos públicos. Sin entrar a valorar aquí el interés o desinterés de la ciudadanía por los asuntos públicos -cuestión que no conviene perder de vista-, me limitaré a señalar que en la democracia representativa el ciudadano debe estar informado, porque debe tener una opinión propia. Sobre este particular, Sartori recuerda que "la democracia representativa no se caracteriza por el gobierno del saber, sino por el gobierno de la opinión". En cambio, en un hipotético modelo en el que el ciudadano fuese consultado sobre cuestiones específicas que afectan a todos, debería producirse un salto de calidad; entonces, la información no sería suficiente, se necesitaría también "cognición". Este salto de calidad implica, de entrada, que el ciudadano invierta parte de su tiempo en estar informado, en seguir la actualidad, y en adquirir la episteme. A juicio de Sartori, esta solución no parece viable porque el participacionista está proponiendo "un ciudadano que vive para servir a la democracia, en lugar de una democracia que existe para servir al ciudadano".

Para complicar un poco más la cuestión debemos tener presente que el mundo es "cada vez más complicado, interdependiente y de gestión difícil y peligrosa". Y en este mundo complejo y especializado, las cuestiones que se someterían a la opinión de la ciudadanía serían complejas, técnicas, especializadas y, en no pocos casos, tendrían repercusiones de gran calado, dato que no conviene pasar por alto.
 
Otro obstáculo que debe salvar la democracia participativa es la inmediatez a la que están sujetas algunas de las decisiones públicas, característica que dificulta la viabilidad de un sistema participativo de consulta a la ciudadanía. En el mundo globalizado de hoy, en el que los Estados han comenzado a ceder soberanía a instituciones internacionales, hay reglas del juego que vienen impuestas desde arriba a los Estados. En casos de urgencia, estas decisiones -algunas de ellas especialmente sensibles- se han de adoptar en un plazo de tiempo breve. ¿Cómo se actuaría en estas situaciones? ¿Se excluirían estas decisiones del procedimiento participativo, con el consiguiente malestar ciudadano, o se detendrÍa el mecanismo de funcionamiento de la comunidad internacional hasta la realización de la consulta en un determinado Estado?

Ciertamente, a favor de la participación se puede traer el desarrollo tecnológico que, aunque insuficientemente contrastado a día de hoy, hace muy factible la democracia electrónica. Sin embargo, la participación plantea interrogantes que el desarrollo tecnológico, por sí solo, no tiene fácil resolver. Como, por ejemplo, reducir la solución de un asunto complejo a una simple respuesta, a una sola opción. Tomemos el ejemplo del aborto, ¿Entre qué opciones tendría que elegir la ciudadanía? ¿Aborto sí, aborto no? ¿Aborto sí, pero solo en caso de violación de la madre? ¿Aborto sí, además, en caso de grave riesgo para la vida de la madre? ¿También en caso de mal formación? ¿Aborto sí, pero solo hasta la cuarta semana de embarazo o hasta la novena o hasta la duodécima? ¿Aborto sí, pero con el consentimiento de los padres siempre que la mujer no haya cumplido 16 años o 18? En definitiva, no parece fácil reducir a una papeleta, aunque sea electrónica, los distintos supuestos que pueden conformar la respuesta a problemas complejos o controvertidos. De ahí que sostenga que la democracia refrendaria "centuplica los riesgos de manipulación y embrollo del demos". "Toda la partida está en decidir la agenda (qué se somete a decisión y qué no) y el modo de formular tales interrogantes". Porque "una misma pregunta, según como sea formulada, oscila en las respuestas fácilmente el 20%; así el 60% aprueba el derecho a la vida y, luego, con el mismo 60% se aprueba lo contrario, es decir, el derecho al aborto. 

El coste de la democracia participativa es otro argumento a considerar. Porque, si queremos favorecer que la ciudadanía se pronuncie con criterio sobre el asunto en cuestión, parece prudente que cada consulta lleve aparejada una campaña electoral o informativa. En caso de no ser así, nos estaríamos aproximando a lo que Sartori ha denominado "democracia refrendaria", "un animal que no existe, pero aletea" y que el italiano define como "un sistema político en el que el demos decide directamente las cuestiones, no en su conjunto, sino separadamente y en soledad". El profesor describe a un ciudadano ante la pantalla de su ordenador y respondiendo un sí o un no a las cuestiones planteadas.

Sartori también advierte que su democracia refrendaria supondría avanzar hacia una democracia de suma nula, porque el que gana lo gana todo y el que pierde lo pierde todo. No hay lugar a la negociación entre las partes. Todo se reduce a un sí o a un no, lo que supone una amenaza para las posiciones minoritarias. La democracia representativa, en cambio, es de suma positiva porque hay debate, negociación y las posturas de unos y otros pueden ir variando para favorecer el consenso. 

En suma, como advierte Sartori, aunque el "llamamiento a participar es meritorio, inflado sin medida sería como pretender que toda la democracia se pudiese resolver con la participación" y  pensar así es una "recaída infantil y peligrosa". 

La ciudadanía hace bien en expresar su indignación ante las malas prácticas políticas y en exigir el derecho legítimo a participar activamente en la gestión de los asuntos públicos. Pero, como advierte Sartori, pensar que la participación lo puede resolver todo es una idea infantil y peligrosa. Si queremos enfrentar con garantías los vicios democráticos y la actual desafección, perfeccionemos la democracia representativa; el arreglo institucional que hace siglos consiguió superar los límites de la democracia popular y de asamblea y de cuya mano la democracia se ha extendido en el mundo. Un arreglo institucional, por cierto, que Madison ensalzó durante el proceso constituyente estadounidense con estas palabras: "la política característica del gobierno republicano es lograr gobernantes mediante elecciones. Esta forma de gobierno dispone de numerosos y diversos medios para evitar su degeneración". Aprovechemos, por tanto, esos numerosos y diversos medios, porque tenemos margen para construir una democracia mejor que, al cabo, es el verdadero reto.