martes, 9 de diciembre de 2014

José Tomás y el momento de la fiesta


No vamos a descubrir a estas alturas la significación que José Tomás tiene para la fiesta; como torero y como mito. Es mucho y bueno lo que se ha escrito sobre el asunto -como las excepcionales aportaciones de Santi Ortiz- y a ello me remito ahora. Pero tengo la impresión de que esa honda significación del torero de Galapagar condiciona buena parte de las opiniones que circulan acerca del Monstruo. Pareciera que lo políticamente correcto, lo cool, fuese hablar bien de Tomás, mostrarse acérrimo partidario suyo, sin reparar en ciertos aspectos de su trayectoria.

Digo esto porque en un momento complejo, cuando menos, para la fiesta -cada vez más cuestionada por los nuevos valores de la sociedad post moderna- no deja de resultar paradójico que la máxima figura, un torero de época, uno de los heterodoxos del toreo, que diría Pepe Alameda, toree sólo tres o cuatro tardes por temporada. 

Hasta ahora, las máximas figuras del toreo (Joselito, Belmonte, Manolete, El Cordobés...) siempre han encabezado el escalafón y su presencia en las principales plazas ha resultado clave para alimentar la afición, para mantener y extender el interés por la fiesta, para llevar la pasión a los tendidos. Ahora, por primera vez, no es así. Y, además, esta nueva situación coincide con un momento delicado para la Fiesta, cuando necesita apoyos y gestas que refuercen su legitimación. 

No dejo de reconocer que José Tomás ha tenido el mérito de convertir en acontecimiento cada uno de sus paseíllos y esta repercusión excepcional es, sin duda, importante para la fiesta. Pero el público de hoy sólo se moviliza ante la excelencia y aspira a ver lo mejor, no tres o cuatro tardes, sino todas. 

El aficionado al fútbol, por ejemplo, solo se moviliza para ver a la selección, al Barça o al Madrid, y el resto de tardes la asistencia a los campos de fútbol suele ser discreta. Con los toros sucede lo mismo. El número de festejos desciende cada año, el público se aleja de las plazas, el toreo se silencia en los medios de comunicación, la voz de los anti taurinos se eleva...y todo ello sucede con José Tomás en activo; cuando el escalafón aún puede presumir de contar con un torero de leyenda. 

Es posible argumentar, insisto, que la contribución de José Tomás en el momento actual es elevar a la categoría de acontecimiento todo lo que toca o ganar mucho dinero y mandar en la Fiesta toreando poco. Pero se me antoja que tres o cuatro paseíllos de un torero como el Monstruo resultan pocos en la encrucijada que vive la fiesta.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

La lección de la Hermandad del Perdón

El universo cofrade es extenso y variado. En él tienen cabida la cola y la capa; las bandas de cornetas y las agrupaciones musicales; los pasos de palio y los pasos de Vírgen; los crucificados que procesionan en silencio, los que lo hacen acompañados de una capilla musical o los que van arropados por una banda. Tan amplio y generoso es el universo cofrade que por caber cabe hasta 'Suspiros de España' tras un pasopalio.

Y es que estamos hablando, o escribiendo, de una celebración compleja que puede ser vivida y observada desde distintos prismas. De manera que no parece recomendable ponerse esplendido y pasarse con la vara del rigor, de la ortodoxia, de los cánones, del clasicismo o como lo queramos llamar. Porque la Semana Santa es más que eso. La Semana Santa, por ejemplo, es también ilusión, entusiasmo y alegría. Hasta el punto de que sin tales ingredientes no sería posible el espectáculo único de la Semana Santa, como ha demostrado la Hermandad de El Perdón en los últimos meses y, especialmente, con la salida extraordinaria de la Virgen de los Dolores por su barrio.

Desde La Orden, con elegante sencillez, sin alharacas, sin proponérselo, nos han enseñado a vivir como una fiesta la Semana Santa, a involucrar a todo un barrio -no sé sí cofrade o no- en un acto de la Hermandad, a dar a todos los colaboradores su sitio, a tener permanentemente en los labios la palabra gracias y en la cara, la mejor de las sonrisas...

De ahí, que quiera agradecer desde este humilde rincón a la Hermandad de El Perdón la hermosa lección cofrade que nos ha regalado con motivo de la salida de la Virgen de los Dolores. Gracias por recordarnos que sin alegría, ilusión y entusiasmo no sería posible el maravilloso espectáculo que es la Semana Santa.


martes, 11 de noviembre de 2014

Las fiestas de Huelva

Hace escasos meses la ciudad ha celebrado las Fiestas Colombinas y la Velada en honor a la Virgen de la Cinta, patrona de la ciudad, y en dos meses tendrán lugar las fiestas patronales con motivo de la festividad de San Sebastián. Por esta razón, he querido compartir una reflexión en torno a las Fiestas Principales de la ciudad, que a mi juicio, representan modelos estancados que necesitan de una revisión.

En relación a las Fiestas Colombinas hay que comenzar por reconocer que, de un tiempo a esta parte, cada agosto se reeditan debates, como el de la conveniencia de trasladarlas al 12 de octubre, el de incorporar una feria de día, el de recuperar la diluida identidad americanista...en definitiva, debates que ponen de manifiesto cierta crisis del modelo actual. A esto hay que añadir que en los últimos años han sido varias las veces que las Colombinas han cambiado de recinto -parece que el actual no será el último- o que el número de casetas depende en exceso de la participacion de las hermandades, con el riesgo que esto representa, sobre todo, si se considera que algunas de hermandades han dejado de participar por considerar que la relación esfuerzo-beneficio hace a las Colombinas insuficientemente rentables.

La Velada de la Cinta, hasta hace algunas décadas de mayor relevancia que las Colombinas, tiene gran potencial. Cuando se habla de trasladar las Colombinas a octubre, se olvida que en septiembre, cuando las vacaciones languidecen y la ciudad recupera el pulso, ya contamos con la Velada de la Cinta, que se vería enormemente favorecida con un modelo más acertado de fiesta, con mayor personalidad, con un perfil más nítido, mejor dibujado. A esto no ayuda, por ejemplo, que la Velada actual se estructure en dos escenarios, La Orden y La Merced, dos recintos improvisados que no reúnen las mejores condiciones y que dividen la presencia del público.

Las Fiestas de San Sebastián, cuya procesión es noticia en los últimos años por la falta de colaboración económica del Ayuntamiento, tampoco tienen un perfil bien definido. La falta de un recinto adecuado, sin duda, es uno de los motivos que impiden que las actuales fiestas se desarrollen con mayor esplendor, porque es una circunstancia que no favorece la participación. San Sebastian es una fiesta que parece sobrevivir por la nostalgia de un ayer que se ha perdido para no volver y está necesitada de repensar un modelo que mire al futuro, que la dote de nuevos atractivos y consiga la participación y la complicidad de los onubenses. Contar con la colaboración de las hermandades establecidas en la propia Parroquia de San Sebastián, la Ermita de la Soledad y la Mayor de San Pedro puede resultar de gran ayuda en este empeño.

Hay ciudades, en el Sur y en el Norte (Sevilla, Málaga, Valencia, Pamplona, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza...), que han sabido convertir sus fiestas mayores en un reclamo para los turistas, en eventos que contribuyen a crear marca de ciudad y que suponen un estímulo para la economía local. En Huelva, en cambio, las Fiestas Colombinas y la Velada de Cinta no terminan de despegar. En esta tesitura, podemos seguir haciéndonos trampas al solitario aferrados a una lectura optimista que infla, año tras el año, el número de visitantes o podemos abrir un debate en la sociedad onubense, amplio y participativo, con el objeto de decidir qué modelo de fiestas queremos.

martes, 4 de noviembre de 2014

La democracia en tiempos convulsos: de perfeccionistas, utópicos y demagogos

La democracia en tiempos convulsos: de perfeccionistas, utópicos y demagogos

En la anterior entrada, me referí a lo que Sartori ha dado en denominar la "época de la ofuscación democrática", que en palabras del autor consiste en "una escalada sin precedentes en la distorsión terminológica e ideológica" del concepto democracia cuyo resultado final es la ofuscación". El profesor sostiene que "hasta la década de los cuarenta la gente sabía lo que era la democracia (...); desde entonces todos decimos que queremos la democracia, pero ya no sabemos (entendemos o estamos de acuerdo en) lo que es".

Una de las trampas o de los errores que contribuye a explicar la ofuscación es el "perfeccionismo", que para el italiano es el modo equivocado de entender y emplear los ideales. Como asegura Dahl, la democracia es al mismo tiempo un ideal y una realidad, de forma que la democracia es un sistema que no puede desligarse de aquello que debería ser. Pero una cosa es esto y otra muy distinta confundir el ideal democrático con la realidad democrática, el deber ser con el es.

Como explica Sartori, la función del ideal es equilibrar la realidad, mejorarla, pero no sustituirla. El ideal es una referencia, una guía que conviene tener presente para mejorar la democracia. Pero el ideal no puede ser realizado; al menos, no enteramente, no del todo. 

Realidad e ideal, por tanto, se mueven en distintos planos y el error que comete el perfeccionista es situarlos en el mismo, acercarlos hasta confundirlos. El perfeccionismo eleva hasta el infinito el listón de la exigencia democrática con un discurso entre utópico y demagogo que, en opinión del profesor, constituye una seria amenaza para la propia democracia. Porque mientras un ideal bien entendido contribuye a mejorar la realidad, un ideal mal entendido -un ideal que quiere hacerse realidad- acaba por convertirse en enemigo de la democracia existente, de la democracia posible, a la que quiere sustituir, a la que quiere reemplazar. Y, así, se corre el riesgo de sustituir lo que tenemos por algo imposible, por algo inexistente. En suma, por algo peor.

Desde esta posición, el autor sostiene que la crítica que desde el perfeccionismo se hace a los sistemas democráticos es una crítica inmerecida e insiste en la importancia de establecer la relación correcta entre el deber ser y el es, porque "todos más o menos sabemos cómo y cuál debería ser la democracia ideal; mas muy poco se sabe acerca de las condiciones de la democracia posible".

Por lo tanto, no toda crítica es válida. Sartori dirá que criticarlo todo es fácil, pero la crítica que se pretende seria debe preguntarse siempre para qué sirve, cuál es su fin, si existe alternativa a lo que se crítica o si es mejor la propuesta que lo existente.

Traigo a colación esta reflexión, porque creo que los sistemas democráticos contemporáneos pueden ser criticados por numerosas razones (corrupción, abuso de poder, debilitamiento de fronteras entre partidos e instituciones, ineficacia...), pero también que algunas de las críticas más furibundas que se lanzan contra los sistemas democráticos confunden ideal y realidad. Cuando se critica, por ejemplo, la democracia representativa o algunos aspectos del funcionamiento de los partidos no pocas veces se hace subiendo el listón de la exigencia hasta lo inalcanzable; criticando la democracia existente en aras de una democracia mejor, pero imposible, inexistente, irreal. Criticamos, pero lo hacemos sin preguntarnos -como apunta el profesor- cuál es el fin de la crítica o si existe una alternativa mejor a lo que se crítica.

Estamos en tiempos en los que lo cool es criticar a los sistemas democráticos. Pero conviene tener presente, incluso en estos tiempos, que no toda crítica debe ser tenida por buena. Como aclara el autor "no pido menos crítica. Pido más crítica, hecha mejor. Y pido que alguien se ocupe, más aún, de la conversión de la teoría en práctica. Todos proponen ideales que quedan en el aire; casi nadie nos explica cómo aplicarlos". Ese es, a mi juicio, el verdadero reto.


miércoles, 1 de octubre de 2014

La democrácia en tiempos convulsos

El siglo XX ha sido el periodo más próspero para la democracia de toda la historia de la humanidad. Robert Dahl sostiene esta afirmación con datos esclarecedores: a la altura de 1890 solo 4 países tenían sufragio universal o masculino. En 1990, justo un siglo después, el listado ascendía ya a 65.

Tras advertir que la expansión de la democracia a lo largo del siglo XX no ha sido fácil, Giovanni Sartori recuerda que el triunfo de la democracia dista aún de ser global; se circunscribe al mundo industrializado. Pese a ello, como indica el profesor italiano, sí es posible hablar de la victoria de la democracia como "principio de legitimidad". Es decir, cada vez son más los que entienden que un sistema político no puede durar sin el sostén de una efectiva legitimación popular.

Siendo esto así, no es menos cierto que en las últimas décadas ha ido en aumento el descontento ciudadano con los sistemas representativos, con los partidos políticos, con las instituciones democráticas...descontento que en estos días está alcanzado su cénit ¿Cómo se explica, entonces, semejante paradoja? ¿Por qué justo cuando la democracia atraviesa su periodo más próspero los ciudadanos empiezan a expresar su desencanto con el sistema? 
Evidentemente, una pregunta tan compleja no admite una explicación sencilla ni simplista. Pero quiero detenerme ahora en una teoría que puede contribuir a comprender tal paradoja; me refiero a lo que Sartori denomina la época de la confusión democrática.

En las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial -afirma el profesor italiano-, hemos asistido a "una escalada sin precedentes en la distorsión terminológica e ideológica" del concepto democracia "cuyo resultado final es evidentemente la ofuscación". "Hasta la década de los cuarenta -dirá- la gente sabía lo que era la democracia (...); desde entonces todos decimos que queremos la democracia, pero ya no sabemos (entendemos o estamos de acuerdo en) lo que es".

Como el propio autor se encarga de señalar, Orwell ya había sostenido que "en el caso de un término como el de democracia no solamente no existe una definición aceptada por todos, sino que el intento de formularla encuentra resistencia por todas partes". También Bertrand de Jouvenel había advertido que "las discusiones sobre la democracia, los argumentos en su pro y en su contra, son intelectualmente inútiles porque no sabemos de qué estamos hablando". 

El asunto, que a simple vista puede parecer absurdo, en absoluto es menor, porque como señala el profesor italiano "las ideas erróneas sobre la democracia determinan que la democracia funcione mal". Dicho con otras palabras: "una democracia malentendida es una democracia mal planteada". Evidentemente, el profesor realiza estas reflexiones teniendo muy presente las amenazas sobre las que nos quiere advertir. De algunas de estas amenazas me ocuparé en próximas entradas.

martes, 22 de julio de 2014

Alejandro Márquez Llordén

Licenciado en Derecho

Graduado en Ciencia Política y de la Administración

Interesado en política, onubense, cofrade y taurino.

Este minúsculo lugar en el ciberespacio es un cuaderno abierto en el que escribo y comparto opiniones sobre los temas que más me interesan y divierten. Espero que te agrade. Gracias por hojearlo.