jueves, 14 de mayo de 2015

Podemos y su fobia a los partidos tradicionales

Desde el momento fundacional, Podemos puso el listón alto: se trataba de provocar un seísmo en el sistema de partidos y convertirse en la primera fuerza política del país. Con ese objetivo, Iglesias y los suyos entendieron fundamental diferenciarse de los partidos tradicionales. Para ello había que romper con el estado de las cosas y presentarse como algo nuevo, distinto, radicalmente alejado de lo existente; algo así como la punta de lanza de un nuevo tiempo político en el que nada de lo anterior mantiene ya su vigencia.

Pero en esta estrategia, muy pronto, con demasiada facilidad, los nuevos políticos cayeron en la falta de consideración hacia los partidos tradicionales y acuñaron expresiones con connotaciones claramente despectivas, como "casta" o "régimen del 78". Los dirigentes de Podemos han hablado hasta ahora como si no existieran ciertas enseñanzas que la historia nos ha dejado; han hablado como si el muro de Berlín aún estuviera en pie, como si la globalización no hubiera cambiado el mundo, como si no existiera la UE y el conglomerado de instituciones que trae aparejada, como si no existieran instituciones internacionales, tipo FMI o Banco Mundial, o como si nunca un partido progresista hubiera llegado al poder en un país del mundo desarrollado. 

En esas estábamos cuando han comenzado a llegar los primeros reveses para el partido morado: los casos Monedero y Errejón, las elecciones andaluzas (que situaron a Podemos lejos de PSOE y PP), la dificultad de controlar el crecimiento del partido en las provincias y de fiscalizar las distintas listas electorales, la dimisión crítica de Monedero y otras discrepancias en algunos territorios, así como el enfriamiento de las expectativas electorales que apuntan los últimos sondeos. 

Estos episodios han hecho que Podemos se tope de bruces con la realidad y descubra que conseguir todo lo positivo que han conseguido los partidos tradicionales no es una empresa sencilla. Los partidos tradicionales hace ya tiempo que se enfrentaron a algunos de los retos que ahora tiene que enfrentar Podemos; algunos los han superado con éxito y otros son cuestiones que la Ciencia Política no ha resuelto aún satisfactoriamente, ni en España ni en ningún otro lugar. 

Sin duda, los partidos tradicionales han cometido errores, no pocos. Errores que hay que corregir con prontitud y determinación. Pero es de justicia reconocer que han aportado estabilidad a nuestro sistema democrático con todo lo que esto significa: son organizaciones que han funcionado razonablemente bien, implantándose en todo el territorio nacional y conviviendo con las tensiones inherentes a todo partido político, y han gobernado razonablemente bien las instituciones del país, aportando estabilidad y contribuyendo al buen funcionamiento de la sociedad.

Es cierto que el cóctel de crisis económica y corrupción ha provocado una enorme grieta en nuestro sistema político y ha puesto en una delicada situación a los partidos tradicionales. Pero nadie puede negar que PSOE y PP son pilares de nuestro sistema democrático y constituyen una garantía. 

Mientras tanto, los dirigentes de Podemos están aprendiendo a marcha forzada que la política es el arte de lo posible y que, de momento, no están en disposición de aspirar a ser "casta". Aún le queda un largo trecho. Y en esa andadura el partido de Iglesias y Errejón va a perder el aura de virginidad que en la primera hora tanto le ha beneficiado. Además, para cuando haya recorrido ese largo trecho, los partidos tradicionales habrán reaccionado y habrán recompuesto su diálogo con la ciudadanía. Creo, en suma, que no soplan buenos vientos para Podemos. Era de esperar. La demagogia nunca es buena consejera. Podemos ha jugado a situar demasiado alto el listón de las expectativas y esto traerá consecuencias.