martes, 28 de julio de 2015

Podemos, nada nuevo bajo el sol

Podemos nació con un claro objetivo: aprovechar una coyuntura excepcional para alcanzar el poder en el menor tiempo posible. Sus estrategas entendieron que para tener opciones de llegar al objetivo era fundamental que la ciudadanía percibiese al partido morado como algo nuevo y radicalmente diferente a lo existente, al tiempo que atraerse a buena parte de la cantidad de indignados y desencantados. Y debían conseguirlo en un tiempo récord, antes de que el escenario de crisis y desafección se normalizara. 

Condicionados por estas variables, Iglesias y los suyos entendieron que debían construir un discurso populista y demagogo y elevar el listón de las propuestas hasta lo inalcanzable. Al tiempo, comenzaron a hablar de casta o régimen del 78 para afear a los partidos tradicionales. Pero es Podemos un proyecto novedoso? Es realmente un partido diferente? Podrá estar a la altura de las expectativas generadas y del discurso original?

Con la estrategia primera, Podemos ha obtenido representación en el Parlamento Europeo, en ayuntamientos señalados y en parlamentos autonómicos, ocupa una posición franca en todos los sondeos y ha sido capaz de atraerse a buena parte de los indignados. Lo que no es poco. Pero también ha conseguido que el electorado lo perciba como un partido radical.

Por esta razón el equipo de Iglesias, sabedor de que un partido percibido por el electorado como radical tiene muy pocas opciones de pelear por el poder y que algunas de las promesas iniciales son inviables, activó la segunda fase del experimento: comenzó a matizar el discurso y las propuestas, a apelar a la centralidad del proyecto, a argumentar que la diferenciación izquierda-derecha no tiene vigencia, a rehuir ciertos debates, como el de monarquía-república argumentando que no es un asunto que se encuentre entre las prioridades de la mayoría, a retrasar la edad de jubilación inicialmente prometida para fijarla finalmente en los 65 años o a recurrir al apoyo de personas de reconocido prestigio (Jiménez Villarejo, Vicenc Navarro, Juan Torres...). Es decir, nada nuevo bajo el sol. Llegado un determinado momento, el núcleo duro ha emprendido un camino hacia la moderación. Un camino que no tiene retorno pero que transitan con ambigüedad calculada para no ahuyentar a unas bases más radicales que el aparato de la formación. 

En la parcela orgánica sucede algo parecido. Lejos del discurso inicial, lejos de las apariencias, el equipo de Iglesias siempre ha tenido claro que una organización política necesita contar con una dirección fuerte, que controle el conjunto de la organización y, en especial, las candidaturas orgánicas e institucionales, y garantice, de esta forma, la estabilidad que toda formación necesita para resultar competitiva electoralmente. A día de hoy, Podemos, un partido formado en tiempo récord y con una base heterogénea, dista de ser este tipo de partido. De hecho, el ruido interno ha acompañado al partido desde su fundación, como quedó de manifiesto con ocasión de las elecciones municipales (cuando en algunos municipios, un sector de la militancia decidió presentarse a los comicios, en contra de la voluntad y de las directrices de la dirección), con motivo del procedimiento establecido para elegir las candidaturas a las próximas elecciones generales (500 cargos firmaron un manifiesto en contra de las normas aprobadas por la dirección) o cuando 22 cargos suscribieron el manifiesto Abriendo Podemos.

Mas es innegable que Iglesias lleva tiempo dando pasos decididos para garantizarse el control absoluto de la organización (resultó elegido secretario general con el 88,6% de los apoyos y candidato a las próximas generales con el 94% de los votos). Tampoco aquí hay nada nuevo bajo el sol, porque Iglesias y su círculo más estrecho saben que el funcionamiento de los actuales partidos (ya los llamemos partidos atrápalo todo, cártel, electoral-profesional...), aunque insatisfactorio en ciertos extremos, es el mejor que se ha ensayado nunca en España y en cualquier otra democracia avanzada. 

Quiero con esto decir que Podemos no representa nada nuevo en sí mismo. Es cierto, que el partido de Iglesias, como Ciudadanos, el 15-M, las mareas y otros movimientos de raíz popular, han contribuido a que el sistema de partidos en España avance en la buena dirección. Pero, en sí mismo, no trae nada nuevo. Ninguna diferencia sustancial. Desde un punto de vista programático, el equipo de Iglesias ha iniciado un camino hacia la moderacion del que se apartará cada vez que sea necesario por mero tacticismo. Pero siendo muy consciente de que en las sociedades actuales -avanzadas, complejas y organizadas- existen reglas que hay que respetar y que todos los actores, incluidos los políticos y gubernamentales, tienen límites en su capacidad de actuación. El caso de Grecia está muy reciente como para olvidarlo. 

Por otro lado, en cuanto organización, más allá de los cantos de sirena, se aproximará de manera progresiva a los partidos existentes porque, como digo, en las democracias avanzadas no se ha ensayado un modelo que garantice mejor a los partidos la estabilidad necesaria para cumplir con normalidad las importantes funciones que tienen atribuidas por la Constitución o las leyes. 

Por tanto, ni programáticamente ni en cuanto organización, debemos esperar nada nuevo del partido morado. Podemos se encuentra en una encrucijada: atrapado entre lo que dijeron que eran y lo que realmente son. Más o menos esto es lo que han denunciado los firmantes del manifiesto Abriendo Podemos. 

Por estas razones, sostengo que Podemos tan sólo representa un "quítame tú para ponerme yo". Algo que puede ser legítimo, pero que debemos tener meridianamente claro si no queremos llamarnos a engaño y que la desafección siga en aumento. 

En la política española, sin duda, hay cosas que cambiar y otras que mejorar. Probablemente muchas e importantes. Y es posible hacerlo. Pero la demagogia y el populismo nunca serán la solución.