martes, 24 de mayo de 2016

¿Es realizable lo que propone Podemos?

Desde que Podemos irrumpió en la arena política , de manera recurrente se me viene a la memoria la advertencia que Giovanni Sartori hace en su libro Qué es la democracia cuando reflexiona sobre la utopía y lo imposible. El profesor italiano, en primer lugar, se esfuerza en subrayar que en política sí se puede establecer a priori qué es posible y qué imposible y, a continuación, aclara que en política la cuestión de la imposibilidad no es un problema de pensar, sino de realizar, de hacer.

Esta advertencia me viene a la mente porque Podemos, consciente de que su opción es ahora o nunca, ha puesto en marcha una estrategia entre demagógica y populista que pasa por decir aquello que su población objetivo quiere escuchar. Así, a tenor de los datos, ha construido un discurso que seduce a parte del electorado, pero ¿es realizable lo que propone Podemos?

En primer lugar, conviene no perder de vista que las promesas de Podemos no se han materializado nunca en ninguna democracia avanzada, hecho que debe llevar a un ciudadano mínimamente crítico a preguntarse por qué y cómo va a conseguir Podemos lo que no ha conseguido nadie hasta ahora. Porque, repito, la imposibilidad en política no es un problema de pensar o de decir, sino de hacer. O sea, no se trata de estar o no de acuerdo con los fines y valores que Podemos dice defender ni tampoco de emprender una competición infantil para determinar quién está más a la izquierda de todos (la izquierda que propone lo imposible no es izquierda), sino de determinar si las propuestas de los partidos políticos son o no viables. 

Como he dicho, Podemos promete lo que hasta ahora nadie ha conseguido en ninguna democracia avanzada. De ahí que sus líderes hablen cómo si tuvieran la solución a todos los desafíos que están minando la legitimidad de los sistemas democráticos en todo el mundo. Los desafíos democráticos que a día de hoy no han encontrado respuesta no parecen existir para el partido morado, lo que extraña si consideramos que algunos de sus principales líderes son profesores de Ciencia Política y conocen a la perfección el debate abierto sobre la crisis de legitimidad de los sistemas democráticos: eficacia, aumento de las desigualdades, futuro del Estado del Bienestar, globalización, migraciones, corrupción, cambio climático, seguridad y defensa...

De esta forma, el programa electoral confeccionado para las elecciones europeas de 2014 (del que, por cierto, a día de hoy no hay rastro en internet, porque la cúpula de Podemos ha decidido eliminarlo deliberadamente) incluyó, entre otras promesas, la prohibición de despidos en empresas con beneficios, la recuperación del control público de sectores estratégicos, someter las privatizaciones a referéndum, la refundación de las instituciones de la UE, la reformulación del concepto de seguridad o la reconducción de la política internacional de la UE ¿Son viables estas promesas en el mundo global, cambiante y complejo de hoy? ¿Qué democracia las ha realizado? ¿A ningún partido político democrático se le había ocurrido con anterioridad lo que promete Podemos o acaso los partidos políticos clásicos -los que han sido garantes de la democracia en el mundo- han aprendido a no prometer lo que no es viable?

Pero sigamos. El programa electoral que el partido morado presentó a las generales del 20-D prometía, entre otras cosas, la garantía de un nivel adecuado de inversión pública, la lucha contra la pérdida del poder adquisitivo, el compromiso de garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones, la recuperación de las centrales hidroeléctricas por parte del Estado, el incremento del presupuesto público en sanidad en 8.800 millones €, el acceso garantizado a los suministros básicos, el alquiler estable y asequible, 13.700 millones € para la educación pública, educación infantil de 0-6 años universal y gratuita, formación profesional realmente gratuita, tasas universitarias accesibles para todas y todos, el fin de la precariedad del profesorado universitario, la recuperación de los derechos laborales del sector público o el sometimiento a consulta ciudadana de la participación de las fuerzas armadas en operaciones militares internacionales. 
¿Son viables estas promesas en el mundo de hoy? ¿Cómo va a garantizar Podemos un nivel adecuado de inversión pública justo cuando Bruselas está pidiendo a España más reformas? ¿Qué democracia no tiene abierto a día de hoy el debate sobre el futuro de las pensiones? ¿O el debate sobre el Estado del bienestar en época de crisis. ¿Cómo va a hacer frente el partido de Iglesias a las nuevas amenazas en materia de seguridad y defensa en un mundo con un claro protagonismo de organizaciones internacionales y cesión de soberanía por parte de los Estados?

¿Quiero decir con esto que debemos renunciar a ciertos objetivos que son justos en el seno de una sociedad democrática? (pleno empleo, ampliación del Estado del bienestar, lucha contra las desigualdades, derecho a un medio ambiente de calidad...). Ni mucho menos. Es más, creo que ningún partido político democrático ha renunciado a tales objetivos. Ni siquiera Syriza, pese a que su llegada al poder le ha supuesto un instantáneo baño de realidad que le ha hecho desprenderse del populismo y la demagogia. Lo que trato de explicar es que en un mundo tan complejo como el actual no se puede jugar con la situación límite, desesperada de buena parte del electorado y prometer lo que se sabe, a ciencia cierta, que no es alcanzable, al menos, en el corto plazo. Es decir, en el horizonte temporal en el que se juegan las elecciones. Lo que trato de explicar es que la solución a los complejos desafíos que a día de hoy desgastan a los sistemas democráticos nunca va a venir de la mano de la demagogia ni de los populismos, sino de la política con mayúsculas. Es decir, de la política que se practica desde la honestidad, el rigor y la transparencia, la que trata a los ciudadanos con el respeto que merecen y no la que pretende engañarlos o, al menos, confundirlos.

Es cierto que la creciente desafección está favoreciendo, no sólo en España, sino en nuestro entorno, la irrupción de partidos populistas (ahí está el avance de la extrema derecha en Europa). Pero si sabemos a priori que ciertas opciones políticas son irrealizables es fundamental combatirlas, porque el futuro no puede suponer un paso atrás. 



2 comentarios:

  1. La respuesta a la pregunta, tal como tú mismo la contestas, es no. En el actual contexto internacional, ese tipo de promesas no son sino falsedades intencionadas. ¿Qué debe hacer, por contra, el Socialismo? Lejos de conformarse con el corsé que hoy supone el capitalismo financiero globalizado (y en especial, el muy conservador europeo), debe comprometer con la sociedad lo posible, con honestidad, al tiempo que trabaja por lo imposible para cambiar las reglas de juego. En clave de derrota, como están en este momento la inmensa mayoría de la gente, lo que podríamos llamar el Común, se requiere valentía e inteligencia para darle la vuelta, como un judoka que aprovecha la inercia del rival (en este caso, enemigo) en su propio beneficio. Largo sería para este comentario profundizar más en esta línea, sí que es necesario que quienes desde la responsabilidad institucional están en primera línea política creen pensamiento, debatan sobre las vías de salida. Como se hace en este blog, por ejemplo. A seguir!

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    1. Gracias, Pepe. Es un momento complejo; está claro el diagnóstico, pero faltan las soluciones. Ese es el gran reto del socialismo. Alumbrar salidas para la actual encrucijada. Por eso, al tiempo que complejo, el momento representa un reto apasionante. Coincido plenamente en la necesidad de fomentar el debate. Sigamos!

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