lunes, 9 de febrero de 2015

El tablero político en España

A escasos meses de importantes citas electorales, el escenario político continúa marcado por la incertidumbre que representa la crisis que afecta a los dos grandes partidos y por la irrupción de nuevas fuerzas que aspiran a romper el bipartidismo que caracteriza al sistema español desde el restablecimiento de la democracia.

¿Qué interpretaciones pueden extraerse de la actual coyuntura? ¿Realmente está amenazado el bipartidismo? ¿Será duradero el fenómeno Podemos?

A mi juicio, el desgaste que afecta a PSOE y PP no puede entenderse sin los efectos que en nuestro país está teniendo la prolongada crisis económica y, en especial, las insoportables cifras de desempleo. Se trata, por lo tanto, de una crisis que tiene una naturaleza coyuntural, aunque agravada por ciertos casos de corrupción que han salido a la luz durante la crisis económica. Si consultamos los estudios del CIS, comprobaremos que el hundimiento en la valoración de PSOE y PP coincide con la gestión de la crisis económica que estos partidos han protagonizado desde el Gobierno. Por esta razón, entre otras, me inclino a pensar que el hundimiento de PSOE y PP en las encuestas será coyuntural e irá remitiendo a medida que la economía vuelva a reactivarse y el desempleo disminuya de manera sustancial. Cuando la situación económica se normalice, es muy probable que PSOE y PP recuperen progresivamente el apoyo ciudadano.




Ni mucho menos quiere esto decir que PSOE y PP tengan tan solo que esperar de brazos cruzados a que la crisis remita para que todo vuelva a ser como antes. La ciudadanía no va a olvidar fácilmente los efectos de la crisis; de modo que ambos partidos tendrán que realizar generosos esfuerzos si quieren que el electorado recupere la confianza en ellos y, aún así, a medio plazo, sobrevolará la incógnita de saber hasta dónde va a llegar la recuperación de ambos. Es decir, si superada la crisis, la valoración de estos dos partidos volverá a los niveles anteriores a 2008 o si estos índices son ya cosas del pasado.

Esta incógnita constituye un desafío mayor para el PSOE, puesto que la competencia que representa el bloque IU-Podemos se muestra más solida que la configurada por el bloque Ciudadanos-UPyD y porque el electorado conservador es más 'benévolo' que el progresista a la hora de 'perdonar'. Pero conviene no menospreciar que el PSOE es para buena parte del electorado protagonista de algunos de los más destacados avances de las últimas décadas y que se trata de un partido que tradicionalmente ha gozado de la simpatía de buena parte del electorado, aspectos que pueden animar la rápida recuperación del PSOE.

Sea como fuere, los dos partidos mayoritarios harían bien en tomar buena nota de lo sucedido y adoptar las medidas oportunas para reducir la brecha que desde hace décadas separa a partidos y ciudadanos, problema  que no es exclusivo de nuestro país, pero que en España se ha manifestado con especial intensidad como consecuencia de la crisis económica y de ciertos casos de corrupción. Entre estas medidas que apunto, considero imprescindibles las orientadas a la rendición de cuentas, a mejorar los niveles de transparencia, a desterrar la corrupción y a mejorar los criterios y procesos de seleccion de líderes.

Como la otra cara de la misma moneda, el amplio respaldo que a día de hoy obtendría Podemos irá, a mi juicio, en descenso a medida que los efectos de la crisis económica vayan desapareciendo y una vez que la realidad se encargue de demostrar que buena parte del discurso original de Podemos no es realizable en el mundo de hoy. Esta afirmación se apoya en ciertos datos que arrojan los sondeos: se trata de una fuerza que la ciudadanía sitúa en el extremo de la izquierda y que nunca votaría buena parte del electorado. Es improbable que un partido con este perfil pueda mantener un elevado apoyo de manera sostenida en el tiempo. Además, hay que considerar que el modelo organizativo del partido morado es contrario a la estabilidad, circunstancia que el electorado ha castigado tradicionalmente, y también que el apoyo a Podemos nace de la indignación; de modo, que a medida que los efectos de la crisis se diluyan, el partido de Pablo Iglesias va a tener muy difícil retener ese apoyo prestado, que volverá progresivamente a PSOE e IU.

La formación de Cayo Lara y Alberto Garzón, con independencia de lo que suceda en el corto plazo, seguirá siendo, a mi juicio, la segunda fuerza en el espectro de la izquierda, porque se trata de un partido con mayor tradición y solidez que Podemos; aunque todo va a depender del temple que tengan los líderes de IU para aguantar el efecto Podemos; episodios como el de Tania Sánchez pueden terminar por fagocitar a IU. 

La integración IU-Podemos, una opción que puede verse como probable, sería a mi juicio negativa para IU, porque daría como resultado una organización altamente inestable y difícilmente gobernable. Por esta razón, entiendo que la mejor opción para IU es sacudirse los complejos que tiene desde la irrupción de Podemos y trabajar para ser competitivo en el actual escenario. Haría bien en preguntarse por qué una fuerza como Podemos puede conseguir con tanta facilidad lo que IU no ha logrado en décadas. Y también si se a dota de un modelo organizativo más estable y se muestra como un partido responsable y fiable. En definitiva, tiene que resolver si su objetivo es ser un partido de oposición o si existe para cotas más ambiciosas.

El caso de UPyD, un partido que nació de un proyecto personalista, no es comparable al de IU, porque el partido magenta es relativamente nuevo en el sistema político español. De hecho, la crisis económica estalló cuando UPyD no estaba aún consolidado, razón por la que considero que la irrupción de Ciudadanos constituye una seria amenaza para la viabilidad del partido de Rosa Díez, que haría bien en valorar la unión con Ciudadanos: un partido nuevo, centrado, que cotiza al alza y con un líder bien valorado. La unión de estos dos partidos dotaría de mayor solidez a sus proyectos políticos y equilibraría el espectro político del centro derecha, en el que el PP compite sin rival.

Ciudadanos, por su parte, está llamado a concretar su propuesta programática. Hasta ahora la ambigüedad le ha servido para crecer en un escenario convulso y marcado por la desafección. Pero cuando el escenario político se normalice, el partido de Albert Rivera tendrá que elegir el lugar exacto del tablero que quiere ocupar: a la izquierda o a la derecha del PP.

El voto nacionalista se encuentra consolidado y probablemente no varíe de manera sustancial en el futuro; aunque una mejora en el modelo de financiación autonómica y en otras reivindicaciones podría contribuir a rebajar la tensión en Cataluña y Pais Vasco y de esta forma frenar un posible ascenso de los partidos nacionalistas.

En resumen, el sistema de partidos, más allá del corto plazo, seguirá estando dominado por PSOE y PP. Y esto será así, a mi juicio, aunque Podemos obtenga unos magníficos resultados en las próximas elecciones generales. Según creo, el caso de Podemos puede compararse al de UCD; los ciudadanos entendieron que el partido de Adolfo Suárez tenía una misión: aprobar la Constitucion, como paso decisivo hacia la consolidación de la democracia. Y una vez que este hito quedó superado, UCD inició su declive. Podemos es una fuerza que nace en una coyuntura muy concreta de hartazgo y desafección. Pero, una vez que esa coyuntura haya desaparecido, muy probablemente el papel que la ciudadanía concede a Podemos cambie. El partido de Iglesias puede compararse con un medicamento que se utiliza mientras dura la enfermedad y deja de ser útil cuando la enfermedad remite.

Pese a la hegemonía que pronostico de PSOE y PP, las mayorías absolutas serán más difíciles de conseguir. Hasta qué momento exacto será así dependerá de que la ciudadanía mantenga o relaje el espíritu crítico una vez que la economía vuelva a la senda del crecimiento y las cifras de desempleo se reduzcan de manera sensible. 


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