Las elecciones
autonómicas celebradas el domingo en Andalucía dejan como claros y únicos
triunfadores al PSOE-Andalucía y a Susana Díaz. El resultado del PSOE es un
éxito incuestionable. Mantener el mismo número de escaños en el contexto de
crisis económica y desafección, frente a los partidos emergentes y pese al
desgaste derivado de ciertos casos de corrupción es un logro épico. El PSOE
vuelve a ser el partido mayoritario en Andalucía y demuestra que tiene una
organización fuerte y un discurso que agrada a los andaluces.
El 22-M ha
vuelto a poner de manifiesto la importancia que tiene el líder en la nueva
política. Los resultados del domingo no pueden entenderse sin Susana Díaz: el
carisma, la fuerza, el discurso de la presidenta ha resultado decisivo en el
triunfo del PSOE-Andalucía. Bien podría decirse que el domingo ganó el partido
que contó con el (o la) líder más fuerte y fiable. A la trianera le faltaba
pasar el examen de las urnas y el 22-M lo superó con nota. El domingo ganó
Susana Díaz: su estrategia de romper el pacto de gobierno con IU y de adelantar
un año las elecciones. Su figura se agiganta.
El
PSOE-Andalucía ha tenido la habilidad de gobernar en la Junta de Andalucía
desde las primeras elecciones autonómicas; es decir, ha tenido la habilidad de
renovar su discurso desde el poder. En la actual coyuntura de desafección, de
desencanto, se antoja fundamental que el PSOE-Andalucía mantenga esa virtud y
sepa ofrecer al electorado lo que está demandando en una coyuntura
especialmente compleja.
El PP ha sido
el gran derrotado en los comicios. Perder 17 escaños y dejar de ser la fuerza
más votada constituye un fracaso sin paliativos, que no hace si no ahondar en
el particular Vía Crucis del partido de Rajoy en Andalucía, que dura ya más de
tres décadas. El domingo el PP obtuvo el 26,7% de los votos; desde 1990 no
bajaba del 30% de los sufragios. No hay excusas. Una vez más, ha quedado
probado que el PP no se desenvuelve con solvencia en Andalucía y que su
discurso no seduce al electorado del Sur. Las razones de este fracaso son
varias: el rechazo a las políticas de recortes y austeridad del gobierno Rajoy,
la sensación de que Moreno Bonilla es un líder circunstancial, que no se ha
ganado el liderazgo trabajando la tierra andaluza, o la ausencia de un proyecto
político atractivo para Andalucía. El PP debe tomarse con más seriedad
Andalucía o seguir, como hasta ahora, optando por ser un partido de gobierno en
España y de oposición en Andalucía.
Los resultados de Podemos tienen dos caras: si se toman los datos de manera aislada, hay que afirmar que entrar en el Parlamento con 15 escaños es un éxito sin paliativos. Pero si se analizan las pretensiones del partido de Pablo Iglesias, su objetivo de convertirse en la fuerza hegemónica y dar un vuelco al mapa político, hay que concluir que Podemos no ha estado a la altura de las expectativas. El resultado del 22-M puede que haya pinchado el globo de Podemos y que marque un punto de inflexión en la tendencia alcista de esta formación situándola en su lugar exacto. Podemos, como digo, aspira a convertirse en la fuerza hegemónica y a dejar atrás a lo que denominan 'casta', pero los resultados del domingo parecen demostrar que los verdaderos adversarios de Podemos, su liga, son Ciudadanos e IU, más que PSOE y PP. De cara al futuro, hay que considerar que los escaños que ha reunido Podemos proceden de IU y PP, es decir, de un electorado que lo único que tiene en común es la sensación de hartazgo. No será fácil para Podemos seguir aglutinando a un electorado tan heterogéneo. Pero no será este el único reto que deberá enfrentar el partido de Iglesias, que a partir de ahora estará representado en el Parlamento Andaluz y dejará de ser una novedad, la nota simpática a la que se ha mirado con benevolencia. Desde ya, los ciudadanos van a examinar con mayor rigor al partido morado, que deberá abandonar la ambigüedad en la que se ha movido hasta ahora y posicionarse permanentemente en los asuntos y debates que surjan. En especial, tendrá que definir con claridad su propuesta ideológica, casar discurso y praxis, probar que su modelo orgánico es distinto al de los partidos tradicionales y demostrar que es una formación útil, en la que se puede confiar, porque es capaz de dar respuesta a los problemas y demandas de la ciudadanía y a los desafíos que enfrenta la sociedad del siglo XXI.
Con un
discurso y un líder más centrados y realistas que Podemos, Ciudadanos ha
obtenido un gran resultado y ha confirmado la espectacular ascensión que los
sondeos han adelantado en los últimos meses. Hay que tener presente que en las
elecciones europeas de hace un año, Ciudadanos obtuvo en Andalucía el 1,7% de
los votos, mientras que el domingo obtuvo el 9,2%, de modo que en un año la
progresión ha sido sorprendente. Mientras Podemos no le ha restado un solo
escaño al PSOE, el resultado del 22-M parece confirmar a Ciudadanos como un
partido que puede hacer daño al PP de Rajoy. Ciudadanos, al igual que Podemos,
también ha nadado con comodidad en el mar de la ambigüedad. Por
esta razón, el principal desafío para esta formación pasa por definirse
ideológicamente, al mismo tiempo, que mantiene la fidelidad de sus
votantes.
IU ha sido el gran damnificado con la aparición de Podemos. Tal vez, la coalición de izquierdas no haya medido bien el riesgo que suponía la irrupción de Podemos, confiando que el daño lo iba a sufrir el PSOE y no ellos. Las primeras interpretaciones que los dirigentes de IU han hecho de los resultados del domingo no me parecen acertadas. Atribuir el castigo electoral a la decisión de entrar en coalición con el PSOE en el gobierno de la Junta de Andalucía me parece una lectura fácil en la que falta mayor dosis de autocrítica. En primer lugar, considero que IU debe tener madurez y temple para afrontar la actual coyuntura, porque está por ver que Podemos haya venido para quedarse. Creo, además, que IU debe reflexionar sobre asuntos que nunca ha cuestionado y que tienen poco menos que como dogmas. Por ejemplo, creo que debe cuestionarse si su modelo orgánico es el más idóneo o si debe girar hacia otro con direcciones más fuertes; debe preguntarse si el electorado progresista entiende la obsesión de esta formación con el PSOE o si su discurso es el más acertado para los retos que enfrenta la sociedad del siglo XXI. El electorado le ha dado la espalda a IU y la coalición está obligada a mover ficha. También está obligada a ello, porque después de décadas, los resultados obtenidos por la coalición pueden calificarse de discretos. No se trata de desdibujar la propuesta que representa IU, pero sí de introducir los cambios necesarios para convertirla en una fuerza más atractiva. No obstante, considero que Podemos va a ir perdiendo fuerza y conforme esto suceda el electorado volverá a mirar a IU. Aún así, el partido de Alberto Garzón debe preguntarse qué papel quiere jugar; sobre todo, después de que Podemos haya demostrado que con muy poco puede poner en crisis a la coalición.
UPyD parece
herido de muerte después del 22-M. Hasta ahora UPyD ha sido el proyecto
personalista de Rosa Díez. Pero si quiere tener alguna posibilidad de
sobrevivir a la actual coyuntura, se antoja fundamental superar el liderazgo de
la política vasca y construir un proyecto con más largo recorrido. De lo
contrario, será difícil que el electorado siga confiando en un proyecto
esencialmente personalista que no se sabe muy bien qué o a quién representa.
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