En los últimos meses se ha
hablado y mucho en España de la crisis del bipartidismo al albur de la
información deparada por los trabajos demoscópicos que iban viendo la luz y de
los resultados que arrojaban las distintas convocatorias electorales. Si analizamos
el histórico de las elecciones generales es fácil concluir que algo ha cambiado
en el sistema de partidos: en 2008, PSOE y PP sumaban el 92% de los escaños en
el Congreso de los Diputados; en 2011 la cifra pasó al 84%; el 20D el
porcentaje descendió sensiblemente hasta el 60,8% y, finalmente, el 26J la suma
ha sido del 63,4%.
Como prueban estos
datos, los dos grandes partidos han perdido en los últimos 8 años casi un
tercio de sus diputados. No obstante, reunir el 63,4% de los parlamentarios no
es poca cosa. Podríamos concluir entonces que el bipartidismo ha resistido este
primer y, a mi juicio, decisivo envite de la nueva política (importante
observar el repunte de 2,6 puntos entre el 20D y el 26J). Ahora bien, PSOE y PP
deben tomar buena nota de las señales que el electorado ha enviado
reiteradamente porque recuperar la confianza deteriorada no es algo que cae del
cielo, sino que va a requerir medidas, tiempo y esfuerzo.
Por lo que hace a los,
hasta hace poco, denominados partidos emergentes, hay coincidencia en los
análisis a la hora de señalar que el 26J, en una coyuntura claramente
favorable, Ciudadanos y Podemos quedaron lejos de sus expectativas; incluso lo
han reconocido así sus principales líderes. Será a partir de este resultado
agridulce desde el que tendrán que escribir un futuro que, a mi juicio, no se
antoja fácil.
De entrada, el tiempo
parece jugar a la contra, porque la previsible mejora del contexto económico
global, los avances que puedan producirse en materia de regeneracion
democrática en la próxima legislatura o el peso que la estabilidad tiene en
nuestro sistema político son factores que, a priori, no benefician a Ciudadanos
y Podemos.
Igualmente hay que
considerar que estos dos partidos han dejado de ser novedad, pues forman parte
del paisaje político cotidiano. A partir de ahora tendrán una clara visibilidad,
deberán posicionarse en numerosos y complejos temas y abandonar la calculada
ambigüedad ideológica en la que han procurado sobrevivir desde su irrupción en
la arena política. En suma, serán sometidos con mayor severidad al juicio
crítico de la ciudadanía.
De otro lado, no puede
obviarse que ambas formaciones comenzarán a reproducir comportamientos internos
que el electorado ha afeado a los partidos tradicionales. Me refiero, por
ejemplo, a las declaraciones de Echenique sobre las "malas hierbas",
a las públicas discrepancias en Podemos en relación al pacto con IU o a las
cada vez más nítidas diferencias entre Iglesias y Errejón. Es decir, quedará de
manifiesto que el modelo de partido es el mismo que el de los partidos
tradicionales y que, en este concreto ámbito, como en otros, los partidos
emergentes no representan novedad alguna, lo que también lastrará sus
posibilidades.
A todas estas
dificultades que tendrán que encarar de inmediato hay que añadir, en el caso de
Podemos, la complejidad de mantener la unión de partidos con la que ha
concurrido a las últimas convocatorias electorales.
Con esto que relato no
quiero restar mérito a lo conseguido hasta ahora por Podemos y Ciudadanos, ni
mucho menos. Lo logrado por ambas formaciones, aunque en proporciones
distintas, resulta extraordinario, por inusual, en nuestro sistema político.
Pero, por suerte o por desgracia, lo conseguido ya es pasado. Los dos partidos
inician ahora una nueva etapa y al final del partido que ahora comienza, como
ha dicho Pablo Iglesias de manera muy gráfica, "podemos gobernar o darnos
una hostia de proporciones bíblicas".
Dicho de otro modo, en
el primer envite y en una coyuntura muy favorable, ni Podemos ni Ciudadanos han
conseguido su objetivo. En estas circunstancias, el segundo asalto se antoja
definitivo, porque ambos partidos se juegan el ser o no ser. A mi juicio, la
situación ha cambiado sustancialmente respecto a la que existía antes del 20-D.
Por primera vez, los partidos emergentes no tienen el viento a favor. Si PSOE y
PP reaccionan bien al serio toque de atención dado por el electorado, la
situación se complicará para Ciudadanos y Podemos. Estaremos atentos.
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