A
escasos meses de importantes citas electorales, el escenario político continúa
marcado por la incertidumbre que representa la crisis que afecta a los dos
grandes partidos y por la irrupción de nuevas fuerzas que aspiran a romper el
bipartidismo que caracteriza al sistema español desde el restablecimiento de la
democracia.
¿Qué
interpretaciones pueden extraerse de la actual coyuntura? ¿Realmente está
amenazado el bipartidismo? ¿Será duradero el fenómeno Podemos?
A mi juicio, el
desgaste que afecta a PSOE y PP no puede entenderse sin los efectos que en
nuestro país está teniendo la prolongada crisis económica y, en especial, las
insoportables cifras de desempleo. Se trata, por lo tanto, de una crisis que
tiene una naturaleza coyuntural, aunque agravada por ciertos casos de
corrupción que han salido a la luz durante la crisis económica. Si consultamos
los estudios del CIS, comprobaremos que el hundimiento en la valoración de PSOE
y PP coincide con la gestión de la crisis económica que estos partidos han protagonizado
desde el Gobierno. Por esta razón, entre otras, me inclino a pensar que el
hundimiento de PSOE y PP en las encuestas será coyuntural e irá remitiendo a
medida que la economía vuelva a reactivarse y el desempleo disminuya de manera
sustancial. Cuando la situación económica se normalice, es muy probable que
PSOE y PP recuperen progresivamente el apoyo ciudadano.
Ni mucho menos
quiere esto decir que PSOE y PP tengan tan solo que esperar de brazos cruzados
a que la crisis remita para que todo vuelva a ser como antes. La ciudadanía no
va a olvidar fácilmente los efectos de la crisis; de modo que ambos partidos
tendrán que realizar generosos esfuerzos si quieren que el electorado recupere
la confianza en ellos y, aún así, a medio plazo, sobrevolará la incógnita de
saber hasta dónde va a llegar la recuperación de ambos. Es decir, si superada
la crisis, la valoración de estos dos partidos volverá a los niveles anteriores
a 2008 o si estos índices son ya cosas del pasado.
Esta incógnita
constituye un desafío mayor para el PSOE, puesto que la competencia que
representa el bloque IU-Podemos se muestra más solida que la configurada por el
bloque Ciudadanos-UPyD y porque el electorado conservador es más 'benévolo' que
el progresista a la hora de 'perdonar'. Pero conviene no menospreciar que el
PSOE es para buena parte del electorado protagonista de algunos de los más
destacados avances de las últimas décadas y que se trata de un partido que
tradicionalmente ha gozado de la simpatía de buena parte del electorado,
aspectos que pueden animar la rápida recuperación del PSOE.
Sea como fuere,
los dos partidos mayoritarios harían bien en tomar buena nota de lo sucedido y
adoptar las medidas oportunas para reducir la brecha que desde hace décadas
separa a partidos y ciudadanos, problema que no es exclusivo de nuestro
país, pero que en España se ha manifestado con especial intensidad como
consecuencia de la crisis económica y de ciertos casos de corrupción. Entre
estas medidas que apunto, considero imprescindibles las orientadas a la
rendición de cuentas, a mejorar los niveles de transparencia, a desterrar la
corrupción y a mejorar los criterios y procesos de seleccion de líderes.
Como la otra
cara de la misma moneda, el amplio respaldo que a día de hoy obtendría Podemos
irá, a mi juicio, en descenso a medida que los efectos de la crisis económica
vayan desapareciendo y una vez que la realidad se encargue de demostrar que
buena parte del discurso original de Podemos no es realizable en el mundo de
hoy. Esta afirmación se apoya en ciertos datos que arrojan los sondeos: se
trata de una fuerza que la ciudadanía sitúa en el extremo de la izquierda y que
nunca votaría buena parte del electorado. Es improbable que un partido con este
perfil pueda mantener un elevado apoyo de manera sostenida en el tiempo.
Además, hay que considerar que el modelo organizativo del partido morado es
contrario a la estabilidad, circunstancia que el electorado ha castigado
tradicionalmente, y también que el apoyo a Podemos nace de la indignación; de modo,
que a medida que los efectos de la crisis se diluyan, el partido de Pablo
Iglesias va a tener muy difícil retener ese apoyo prestado, que volverá
progresivamente a PSOE e IU.
La formación de
Cayo Lara y Alberto Garzón, con independencia de lo que suceda en el corto
plazo, seguirá siendo, a mi juicio, la segunda fuerza en el espectro de la
izquierda, porque se trata de un partido con mayor tradición y solidez que
Podemos; aunque todo va a depender del temple que tengan los líderes de IU para
aguantar el efecto Podemos; episodios como el de Tania Sánchez pueden terminar
por fagocitar a IU.
El caso de
UPyD, un partido que nació de un proyecto personalista, no es comparable al de
IU, porque el partido magenta es relativamente nuevo en el sistema político
español. De hecho, la crisis económica estalló cuando UPyD no estaba aún
consolidado, razón por la que considero que la irrupción de Ciudadanos
constituye una seria amenaza para la viabilidad del partido de Rosa Díez, que
haría bien en valorar la unión con Ciudadanos: un partido nuevo, centrado, que
cotiza al alza y con un líder bien valorado. La unión de estos dos partidos
dotaría de mayor solidez a sus proyectos políticos y equilibraría el espectro
político del centro derecha, en el que el PP compite sin rival.
Ciudadanos, por
su parte, está llamado a concretar su propuesta programática. Hasta ahora la
ambigüedad le ha servido para crecer en un escenario convulso y marcado por la desafección. Pero
cuando el escenario político se normalice, el partido de Albert Rivera tendrá
que elegir el lugar exacto del tablero que quiere ocupar: a la izquierda o a la
derecha del PP.
El voto
nacionalista se encuentra consolidado y probablemente no varíe de manera
sustancial en el futuro; aunque una mejora en el modelo de financiación
autonómica y en otras reivindicaciones podría contribuir a rebajar la tensión
en Cataluña y Pais Vasco y de esta forma frenar un posible ascenso de los
partidos nacionalistas.
En resumen, el
sistema de partidos, más allá del corto plazo, seguirá estando dominado por
PSOE y PP. Y esto será así, a mi juicio, aunque Podemos obtenga unos magníficos
resultados en las próximas elecciones generales. Según creo, el caso de Podemos
puede compararse al de UCD; los ciudadanos entendieron que el partido de Adolfo
Suárez tenía una misión: aprobar la Constitucion, como paso decisivo hacia la
consolidación de la
democracia. Y una vez que este hito quedó superado, UCD
inició su declive. Podemos es una fuerza que nace en una coyuntura muy concreta
de hartazgo y desafección. Pero, una vez que esa coyuntura haya desaparecido,
muy probablemente el papel que la ciudadanía concede a Podemos cambie. El
partido de Iglesias puede compararse con un medicamento que se utiliza mientras
dura la enfermedad y deja de ser útil cuando la enfermedad remite.
Pese a la
hegemonía que pronostico de PSOE y PP, las mayorías absolutas serán más
difíciles de conseguir. Hasta qué momento exacto será así dependerá de que la
ciudadanía mantenga o relaje el espíritu crítico una vez que la economía vuelva
a la senda del crecimiento y las cifras de desempleo se reduzcan de manera
sensible.
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