A finales de octubre, los presidentes
de los Consejos de Hermandades de las capitales andaluzas, además de Jerez,
mantuvieron en Córdoba un encuentro de trabajo que giró sobre "el impacto
de la Semana Santa
en las capitales andaluzas y sus fuentes de ingresos". En las conclusiones
de aquella reunión, los presidentes de los Consejos afirman, entre otras cosas,
que las Hermandades y la
Semana Santa “sostienen a un colectivo muy elevado de
talleres artesanos” (bordadores, orfebres, tallistas, carpinteros, doradores,
sastres, floristas, cereros…), favorecen el turismo y estimulan el consumo.
Además, los presidentes, “con el estudio de algunos datos concretos y
dispersos, obtenidos en algunas capitales por diversos entes académicos y
profesionales, evalúan el impacto económico de la Semana Santa en
Andalucía en los diversos sectores productivos, en mas de 600 millones de euros
anuales”.
Me parece un acierto pleno que los
presidentes hablen en estos términos de este asunto, porque la Semana Santa tiene
una esencia religiosa (que nadie discute), pero tiene también otras dimensiones
que forman parte de su ADN.
Esto que digo no constituye novedad
alguna. José Bermejo y Carballo, por ejemplo, explica en ‘Glorias Religiosas de
Sevilla’ como en 1830, después de 33 años, volvió a procesionar la cofradía del
Santo Entierro, merced al empeño del asistente Arjona, atrayendo a la
"ciudad un número extraordinario de personas de todas las provincias de
España y de reinos extranjeros". Luís Martínez Kleiser, en 'La Semana Santa en
Sevilla', publicada en 1925, también refleja la presencia de turistas
extranjeros contemplando la estación de algunas cofradías, como las del Gran
Poder o la
Macarena. Rafael Esteve , en su trabajo, 'Orígenes del
aprovechamiento turístico de la Semana Santa Andaluza'
habla así: "Pero no sólo era el mantenimiento de la tradición o el
deseo de emular a Roma como tercer polo de atracción de la cristiandad en la
Semana de Pasión lo que consiguió que las celebraciones religiosas de la Semana Santa se
mantuvieran por encima de los complicados avatares políticos del XIX y en
especial de los años del Sexenio Revolucionario. Era, sobre todo, el
aprovechamiento del impulso económico generado por la llegada de turistas
atraídos por las celebraciones religiosas lo que está en el trasfondo
promotor de las procesiones en esos años." Para terminar esta relación de
ejemplos, que podría ser cuasi eterna, citaré a Isidoro Moreno, que en su
conocidísima obra 'La Semana Santa de Sevilla. Conformación,
Mixtificación y Significaciones', hace referencia a un artículo publicado bajo
pseudónimo en el número 138 del Boletín de las Cofradías de Sevilla que dice:
"el Ayuntamiento empieza a subvencionar a las cofradías, no por su aspecto
piadoso, sino como fiesta atractiva de forasteros".
Hace siglos que el análisis está hecho.
De ahí que hablar de estos asuntos sin complejos ni prejuicios, como algo
natural que nos acompaña desde hace siglos, me parezca un acierto. Primero,
porque negar, o silenciar cuando menos, el carácter "complejo y
poliédrico" de la
Semana Santa es negar la propia naturaleza de esta
celebración. Pero, además, porque hablar de lo que la Semana Santa aporta
al turismo, al comercio, al empleo...es hacer valer su peso específico con toda
amplitud e intensidad, algo que debe ser del máximo interés de los
cofrades.
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