Podemos nació con un claro objetivo:
aprovechar una coyuntura excepcional para alcanzar el poder en el menor tiempo
posible. Sus estrategas entendieron que para tener opciones de llegar al objetivo
era fundamental que la ciudadanía percibiese al partido morado como algo nuevo
y radicalmente diferente a lo existente, al tiempo que atraerse a buena parte
de la cantidad de indignados y desencantados. Y debían conseguirlo en un tiempo
récord, antes de que el escenario de crisis y desafección se normalizara.
Condicionados por estas variables,
Iglesias y los suyos entendieron que debían construir un discurso populista y
demagogo y elevar el listón de las propuestas hasta lo inalcanzable. Al tiempo,
comenzaron a hablar de casta o régimen del 78 para afear a los partidos
tradicionales. Pero es Podemos un proyecto novedoso? Es realmente un partido
diferente? Podrá estar a la altura de las expectativas generadas y del discurso
original?
Con la estrategia primera, Podemos ha
obtenido representación en el Parlamento Europeo, en ayuntamientos señalados y
en parlamentos autonómicos, ocupa una posición franca en todos los sondeos y ha
sido capaz de atraerse a buena parte de los indignados. Lo que no es poco. Pero
también ha conseguido que el electorado lo perciba como un partido radical.
Por esta razón el equipo de Iglesias,
sabedor de que un partido percibido por el electorado como radical tiene muy
pocas opciones de pelear por el poder y que algunas de las promesas iniciales
son inviables, activó la segunda fase del experimento: comenzó a matizar el
discurso y las propuestas, a apelar a la centralidad del proyecto, a argumentar
que la diferenciación izquierda-derecha no tiene vigencia, a rehuir ciertos
debates, como el de monarquía-república argumentando que no es un asunto que se
encuentre entre las prioridades de la mayoría, a retrasar la edad de jubilación
inicialmente prometida para fijarla finalmente en los 65 años o a recurrir al
apoyo de personas de reconocido prestigio (Jiménez Villarejo, Vicenc Navarro,
Juan Torres...). Es decir, nada nuevo bajo el sol. Llegado un determinado
momento, el núcleo duro ha emprendido un camino hacia la moderación. Un camino
que no tiene retorno pero que transitan con ambigüedad calculada para no
ahuyentar a unas bases más radicales que el aparato de la formación.
En la parcela orgánica sucede algo
parecido. Lejos del discurso inicial, lejos de las apariencias, el equipo de
Iglesias siempre ha tenido claro que una organización política necesita contar
con una dirección fuerte, que controle el conjunto de la organización y, en
especial, las candidaturas orgánicas e institucionales, y garantice, de esta
forma, la estabilidad que toda formación necesita para resultar competitiva
electoralmente. A día de hoy, Podemos, un partido formado en tiempo récord y
con una base heterogénea, dista de ser este tipo de partido. De hecho, el ruido
interno ha acompañado al partido desde su fundación, como quedó de manifiesto
con ocasión de las elecciones municipales (cuando en algunos municipios, un
sector de la militancia decidió presentarse a los comicios, en contra de la
voluntad y de las directrices de la dirección), con motivo del procedimiento
establecido para elegir las candidaturas a las próximas elecciones generales
(500 cargos firmaron un manifiesto en contra de las normas aprobadas por la
dirección) o cuando 22 cargos suscribieron el manifiesto Abriendo Podemos.
Mas es innegable que Iglesias lleva
tiempo dando pasos decididos para garantizarse el control absoluto de la
organización (resultó elegido secretario general con el 88,6% de los apoyos y
candidato a las próximas generales con el 94% de los votos). Tampoco aquí hay
nada nuevo bajo el sol, porque Iglesias y su círculo más estrecho saben que el
funcionamiento de los actuales partidos (ya los llamemos partidos atrápalo
todo, cártel, electoral-profesional...), aunque insatisfactorio en ciertos
extremos, es el mejor que se ha ensayado nunca en España y en cualquier otra
democracia avanzada.
Quiero con esto decir que Podemos no
representa nada nuevo en sí mismo. Es cierto, que el partido de Iglesias, como
Ciudadanos, el 15-M, las mareas y otros movimientos de raíz popular, han
contribuido a que el sistema de partidos en España avance en la buena
dirección. Pero, en sí mismo, no trae nada nuevo. Ninguna diferencia
sustancial. Desde un punto de vista programático, el equipo de Iglesias ha
iniciado un camino hacia la moderacion del que se apartará cada vez que sea
necesario por mero tacticismo. Pero siendo muy consciente de que en las
sociedades actuales -avanzadas, complejas y organizadas- existen reglas que hay
que respetar y que todos los actores, incluidos los políticos y
gubernamentales, tienen límites en su capacidad de actuación. El caso de Grecia
está muy reciente como para olvidarlo.
Por otro lado, en cuanto organización,
más allá de los cantos de sirena, se aproximará de manera progresiva a los
partidos existentes porque, como digo, en las democracias avanzadas no se ha
ensayado un modelo que garantice mejor a los partidos la estabilidad necesaria
para cumplir con normalidad las importantes funciones que tienen atribuidas por
la Constitución
o las leyes.
Por tanto, ni programáticamente ni en
cuanto organización, debemos esperar nada nuevo del partido morado. Podemos se
encuentra en una encrucijada: atrapado entre lo que dijeron que eran y lo que
realmente son. Más o menos esto es lo que han denunciado los firmantes del
manifiesto Abriendo Podemos.
Por estas razones, sostengo que Podemos
tan sólo representa un "quítame tú para ponerme yo". Algo que puede ser legítimo,
pero que debemos tener meridianamente claro si no queremos llamarnos a engaño y
que la desafección siga en aumento.
En la política española, sin duda, hay
cosas que cambiar y otras que mejorar. Probablemente muchas e importantes. Y es
posible hacerlo. Pero la demagogia y el populismo nunca serán la solución.
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