No vamos a
descubrir a estas alturas la significación que José Tomás tiene para la fiesta; como torero y
como mito. Es mucho y bueno lo que se ha escrito sobre el asunto -como las
excepcionales aportaciones de Santi Ortiz- y a ello me remito ahora. Pero tengo
la impresión de que esa honda significación del torero de Galapagar condiciona
buena parte de las opiniones que circulan acerca del Monstruo. Pareciera que lo
políticamente correcto, lo cool, fuese hablar bien de Tomás, mostrarse acérrimo
partidario suyo, sin reparar en ciertos aspectos de su trayectoria.
Digo esto
porque en un momento complejo, cuando menos, para la fiesta -cada vez más
cuestionada por los nuevos valores de la sociedad post moderna- no deja de
resultar paradójico que la máxima figura, un torero de época, uno de los
heterodoxos del toreo, que diría Pepe Alameda, toree sólo tres o cuatro tardes
por temporada.
Hasta ahora,
las máximas figuras del toreo (Joselito, Belmonte, Manolete, El Cordobés...)
siempre han encabezado el escalafón y su presencia en las principales plazas ha
resultado clave para alimentar la afición, para mantener y extender el interés
por la fiesta, para llevar la pasión a los tendidos. Ahora, por primera vez, no
es así. Y, además, esta nueva situación coincide con un momento delicado para
la Fiesta, cuando necesita apoyos y gestas que refuercen su legitimación.
No dejo de
reconocer que José Tomás ha tenido el mérito de convertir en acontecimiento
cada uno de sus paseíllos y esta repercusión excepcional es, sin duda,
importante para la
fiesta. Pero el público de hoy sólo se moviliza ante la
excelencia y aspira a ver lo mejor, no tres o cuatro tardes, sino todas.
El aficionado
al fútbol, por ejemplo, solo se moviliza para ver a la selección, al Barça o al
Madrid, y el resto de tardes la asistencia a los campos de fútbol suele ser
discreta. Con los toros sucede lo mismo. El número de festejos desciende cada
año, el público se aleja de las plazas, el toreo se silencia en los medios de comunicación,
la voz de los anti taurinos se eleva...y todo ello sucede con José Tomás en
activo; cuando el escalafón aún puede presumir de contar con un torero de
leyenda.
Es posible
argumentar, insisto, que la contribución de José Tomás en el momento actual es
elevar a la categoría de acontecimiento todo lo que toca o ganar mucho dinero y
mandar en la Fiesta toreando poco. Pero se me antoja que tres o cuatro
paseíllos de un torero como el Monstruo resultan pocos en la encrucijada que
vive la fiesta.
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