Desde que Podemos irrumpió en
la arena política , de manera recurrente se me viene a la memoria la
advertencia que Giovanni Sartori hace en su libro Qué es la
democracia cuando reflexiona sobre la utopía y lo imposible. El
profesor italiano, en primer lugar, se esfuerza en subrayar que en política sí
se puede establecer a priori qué es posible y qué imposible y, a continuación,
aclara que en política la cuestión de la imposibilidad no es un problema de
pensar, sino de realizar, de hacer.
Esta advertencia me
viene a la mente porque Podemos, consciente de que su opción es ahora o nunca,
ha puesto en marcha una estrategia entre demagógica y populista que pasa por
decir aquello que su población objetivo quiere escuchar. Así, a tenor de los
datos, ha construido un discurso que seduce a parte del electorado, pero ¿es
realizable lo que propone Podemos?
En primer lugar,
conviene no perder de vista que las promesas de Podemos no se han materializado
nunca en ninguna democracia avanzada, hecho que debe llevar a un ciudadano
mínimamente crítico a preguntarse por qué y cómo va a conseguir Podemos lo que
no ha conseguido nadie hasta ahora. Porque, repito, la imposibilidad en
política no es un problema de pensar o de decir, sino de hacer. O sea, no se
trata de estar o no de acuerdo con los fines y valores que Podemos dice
defender ni tampoco de emprender una competición infantil para determinar quién
está más a la izquierda de todos (la izquierda que propone lo imposible no es
izquierda), sino de determinar si las propuestas de los partidos políticos son
o no viables.
Como he dicho, Podemos
promete lo que hasta ahora nadie ha conseguido en ninguna democracia avanzada.
De ahí que sus líderes hablen cómo si tuvieran la solución a todos los desafíos
que están minando la legitimidad de los sistemas democráticos en todo el mundo.
Los desafíos democráticos que a día de hoy no han encontrado respuesta no
parecen existir para el partido morado, lo que extraña si consideramos que
algunos de sus principales líderes son profesores de Ciencia Política y conocen
a la perfección el debate abierto sobre la crisis de legitimidad de los
sistemas democráticos: eficacia, aumento de las desigualdades, futuro del
Estado del Bienestar, globalización, migraciones, corrupción, cambio climático,
seguridad y defensa...
De esta forma, el
programa electoral confeccionado para las elecciones europeas de 2014 (del que,
por cierto, a día de hoy no hay rastro en internet, porque la cúpula de Podemos
ha decidido eliminarlo deliberadamente) incluyó, entre otras promesas, la
prohibición de despidos en empresas con beneficios, la recuperación del control
público de sectores estratégicos, someter las privatizaciones a referéndum, la
refundación de las instituciones de la UE, la reformulación del concepto de seguridad
o la reconducción de la política internacional de la UE ¿Son viables estas
promesas en el mundo global, cambiante y complejo de hoy? ¿Qué democracia las
ha realizado? ¿A ningún partido político democrático se le había ocurrido con
anterioridad lo que promete Podemos o acaso los partidos políticos clásicos
-los que han sido garantes de la democracia en el mundo- han aprendido a no
prometer lo que no es viable?
Pero sigamos. El
programa electoral que el partido morado presentó a las generales del 20-D
prometía, entre otras cosas, la garantía de un nivel adecuado de inversión
pública, la lucha contra la pérdida del poder adquisitivo, el compromiso de
garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones, la recuperación de las
centrales hidroeléctricas por parte del Estado, el incremento del presupuesto
público en sanidad en 8.800 millones €, el acceso garantizado a los suministros
básicos, el alquiler estable y asequible, 13.700 millones € para la educación
pública, educación infantil de 0-6 años universal y gratuita, formación
profesional realmente gratuita, tasas universitarias accesibles para todas y
todos, el fin de la precariedad del profesorado universitario, la recuperación
de los derechos laborales del sector público o el sometimiento a consulta
ciudadana de la participación de las fuerzas armadas en operaciones militares
internacionales.
¿Son viables estas
promesas en el mundo de hoy? ¿Cómo va a garantizar Podemos un nivel adecuado de
inversión pública justo cuando Bruselas está pidiendo a España más reformas?
¿Qué democracia no tiene abierto a día de hoy el debate sobre el futuro de las
pensiones? ¿O el debate sobre el Estado del bienestar en época de crisis. ¿Cómo
va a hacer frente el partido de Iglesias a las nuevas amenazas en materia de seguridad
y defensa en un mundo con un claro protagonismo de organizaciones
internacionales y cesión de soberanía por parte de los Estados?
¿Quiero decir con esto
que debemos renunciar a ciertos objetivos que son justos en el seno de una
sociedad democrática? (pleno empleo, ampliación del Estado del bienestar, lucha
contra las desigualdades, derecho a un medio ambiente de calidad...). Ni mucho
menos. Es más, creo que ningún partido político democrático ha renunciado a
tales objetivos. Ni siquiera Syriza, pese a que su llegada al poder le ha
supuesto un instantáneo baño de realidad que le ha hecho desprenderse del
populismo y la demagogia. Lo que trato de explicar es que en un mundo tan
complejo como el actual no se puede jugar con la situación límite, desesperada
de buena parte del electorado y prometer lo que se sabe, a ciencia cierta, que
no es alcanzable, al menos, en el corto plazo. Es decir, en el horizonte
temporal en el que se juegan las elecciones. Lo que trato de explicar es que la
solución a los complejos desafíos que a día de hoy desgastan a los sistemas
democráticos nunca va a venir de la mano de la demagogia ni de los populismos,
sino de la política con mayúsculas. Es decir, de la política que se practica
desde la honestidad, el rigor y la transparencia, la que trata a los ciudadanos
con el respeto que merecen y no la que pretende engañarlos o, al menos,
confundirlos.
Es cierto que la
creciente desafección está favoreciendo, no sólo en España, sino en nuestro
entorno, la irrupción de partidos populistas (ahí está el avance de la extrema
derecha en Europa). Pero si sabemos a priori que ciertas opciones políticas son
irrealizables es fundamental combatirlas, porque el futuro no puede suponer un
paso atrás.